Tras el éxito de Cometas
en el cielo y Mil soles espléndidos, Y las montañas hablaron es la
tercera novela del escritor afgano Khaled Hosseini, publicada en
2013. A través de un tratamiento tremendamente tierno y sensible el
autor nos acerca a personajes que luchan por la supervivencia y la
búsqueda de sus raíces en escenarios, épocas y culturas
diametralmente opuestos.
Un día de otoño de 1952
Abdulá escucha atento la historia que le cuenta su padre al tiempo
que comienzan un largo viaje. Es el hijo mayor de una familia pobre
de Shadbagh, tan pobre que sus padres se ven obligados a entregar a
su única hija, Pari, a una familia de Kabul. Este hecho genera una
gran tensión en el ánimo de Abdulá, quien intenta impedir por
todos los medios que eso ocurra ya que no se ve capaz de seguir
viviendo sin su hermana.
Este comienzo deriva en
un retrato multicultural, donde las vidas se entrelazan en los
lugares más lejanos e insospechados, todo salpicado de sensaciones,
presentimientos y recuerdos constantes que agitan la vida de los
protagonistas. Esto se construye en base a capítulos donde el tema
principal son las relaciones personales (hermanos, amantes,
amigos,...) y lo fuertes o débiles que se vuelven en función de las
circunstancias. Estas
relaciones están tratadas desde un punto de vista puramente
sentimental, lo que les dota de una fuerza tal que el autor ni
siquiera tiene la necesidad de crear grandes antagonistas que
ensalcen las virtudes de cada personaje.
Cada uno de estos
capítulos está tratado desde el punto de vista de un personaje
diferente, y aunque la historia central sea la separación de Pari y
Abdulá, todas ellas tienen sentido por sí solas, como si nos
encontráramos ante una colección de pequeños relatos que dan forma
a un puzzle aún por construir. Todos estos personajes componen un
mosaico que trata de explicar las circunstancias de su vida y la
evolución de sus caracteres a lo largo de tantos años y de qué
manera su experiencia o parte de ella está relacionada con los dos
protagonistas.
Tejidos sobre un
trasfondo histórico bastante importante, la combinación de estos
pequeños relatos dibuja un retrato de la historia más reciente de
Afganistán desde los años 50 en el que es fundamental la
confrontación entre Oriente y Occidente y cómo esa confrontación
cambia a los protagonistas. La parte más cruda de la realidad
afgana, las sucesivas guerras, se sitúa en un segundo plano ya que
no se describen episodios bélicos en los que los protagonistas se
ven envueltos, pero sí se hace especial hincapié en las
consecuencias que sufren, tanto los que pasan su vida en Afganistán
como los miembros de la comunidad afgana en Estados Unidos o aquéllos
que, por unas u otras razones, han elegido vivir en otros países
como Francia o Grecia.
Lo que más me gusta de
esta novela es lo perfectamente hilado que está todo, no hay cabos
sueltos, el último capítulo cierra el círculo de manera impecable
dando respuesta a los diversos interrogantes que van apareciendo a lo
largo de la historia. Esta es una regla que no siguen muchas de las
novelas que emplean como enfoque narrativo la secuenciación de vidas
y lugares más o menos coetáneos.
Además el ritmo
narrativo, sencillo y ágil, y el tratamiento de cada personaje hace
que el lector desarrolle una gran empatía viviendo los sucesos desde
un enfoque más humano y restándole protagonismo al contexto
histórico y social más inmediato.
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