El pasado 29 de agosto
salía a la venta Circo Máximo: la ira de Trajano, el segundo
volumen de la trilogía que Santiago Posteguillo dedica a la figura
de quien fue el primer emperador nacido fuera de Roma y que supone la
continuación de Los asesinos del emperador, anteriormente reseñada.
Centrada en sus primeros
años de gobierno, la novela comienza en el año 101 d.C., tres años
después del nombramiento de Marco Ulpio Trajano como emperador. Su
gran popularidad, ganada a base de continuas mejoras de las
infraestructuras públicas y una férrea persecución de la
corrupción, hizo que los primeros momentos de su mandato estuvieran
salpicados de conspiraciones y traiciones por parte de aquéllos que
habían sido leales a Domiciano y los que consideraban la elección
de un emperador hispano como una afrenta hacia el poder tradicional
romano.
Al igual que ya ocurría
en sus cuatro novelas anteriores, en Circo Máximo el autor nos sitúa
ante una realidad salpicada de ficción. Así, desde un primer
momento el hilo argumental se teje sobre las guerras contra los
dacios enfrentando a un Trajano inteligente y comedido con el rey
Decébalo, descrito como un personaje egoísta e idólatra. La
decisión por parte del emperador de suspender el pago de la cantidad
estipulada por Domiciano años atrás da lugar a una sucesión de
ataques por parte de los dacios que encuentran una rápida respuesta
en las tropas romanas, hasta que inevitablemente se desata “la ira
de Trajano”.
Con los enfrentamientos
contra los dacios como telón de fondo se desarrollan otras tres
líneas argumentales que, en mayor o menor medida, enriquecen la
trama.
En primer lugar, la
historia de la vestal Menenia y de qué manera está relacionada con
el emperador hace que el lector se enganche a lo largo de las más de
mil páginas, a pesar de que en ocasiones aparecen personajes sin un
tipo de misión clara. En este caso hay numerosas referencias al
mundo de las supersticiones y los dioses en las que se cuentan
anécdotas interesantes (como que un determinado sacerdote tuviera
prohibido mirar a hombres encadenados o a perros, por ejemplo).
En segundo lugar, el auge
de las carreras de cuadrigas aporta una descripción detallada de las
costumbres y entretenimientos de la época, aunque por el título
pueda esperarse un mayor protagonismo de este espectáculo (quizá el
título de la versión italiana, L´Ispano, se adecue más al tema
central).
En último lugar, y de
manera totalmente anecdótica, se presenta la historia de los
cristianos. Se le dedican muy pocos capítulos y de manera bastante
espaciada por lo que el lector casi se olvida de que es una parte
más; no resuelven nada, no cuentan nada nuevo y ni siquiera
presentan una conexión clara con alguno de las demás líneas
argumentales. Supongo que, al igual que ocurría con Los asesinos del
emperador, estos capítulos responden a una participación real y de
mayor importancia en el tercer libro.
El estilo narrativo es
similar al de la trilogía de Escipión, se utiliza una gran cantidad
de términos latinos traducidos en los anexos finales y cada batalla
se apoya en mapas para que el lector pueda tener una visión general.
Además, resulta interesante el hecho de que el autor incluya una
nota histórica en la que desgrana la parte de realidad y ficción
que hay en el libro: básicamente un enfrentamiento entre los hechos
históricos y el desarrollo de los personajes.
Precisamente el
desarrollo de algunos de los personajes es uno de los puntos fuertes
de la novela. Del mismo modo que ya ocurría en la trilogía de
Escipión, Santiago Posteguillo tiende a extremar el carácter de los
protagonistas, o son buenos, inteligentes y justos o todo lo
contrario. Pero en este caso es incluso más importante el
tratamiento que se hace de otro tipo de personajes que comienzan
siendo secundarios siempre a la sombra del emperador y que poco a
poco van adquiriendo un protagonismo propio.
Tal es el caso de Cneo
Pompeyo Longino quien, además de ser la persona de confianza de
Trajano, protagoniza uno de los amores imposibles de la historia;
Plotina, que tras ser retratada en la anterior novela como una esposa
respetuosa y amable pasa a conspirar contra su marido; o el
arquitecto Apolodoro de Damasco quien, con sus grandes construcciones
como la Columna Trajana, el Foro Trajano o el Puente sobre el Danubio
(del que sólo se conservan pequeños restos) ha permitido que llegue
a nuestros días un pedacito de aquella historia de Roma ocurrida
hace casi dos milenios.
Para conocer de qué
manera Posteguillo relata el final de la historia no queda más que
esperar a la publicación del tercer y último volumen de la
trilogía, del que hasta el momento sólo son seguras las guerras
contra armenios y partos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario