“Hay momentos en la
vida en los que la única manera de salvarse a uno mismo
es muriendo o matando”
Con esta frase da
comienzo Dispara, yo ya estoy muerto, la quinta y última novela de
Julia Navarro, en la que se narra la historia de dos familias
separadas por su religión pero profundamente unidas por una amistad
que trata de sobrevivir durante generaciones.
La novela comienza en
Jerusalén con una entrevista en la que Marian Miller, activista en
una organización de refugiados, interroga a Ezequiel Zucker sobre la
actual política de asentamientos promovida por el estado israelí.
Poco después de empezar, lo que parecía ser una entrevista más
acaba convirtiéndose en un relato en el que se entrecruzan dos vidas
y tres escenarios cultural y geográficamente muy alejados.
Tras el asesinato de su
familia, Samuel Zucker se ve obligado a mudarse con su padre a San
Petersburgo para huir de unos pogromos cada vez más comunes en la
Rusia zarista. A través de la historia de este personaje la novela
hace un repaso por la persecución y marginalidad a las que fueron
sometidos los judíos desde finales del siglo XIX en el Imperio ruso
hasta la proclamación del Estado de Israel en 1948 y el consiguiente
hostigamiento hacia el pueblo palestino.
Esta continua persecución
hace que Samuel se debata entre sentirse antes ruso o judío y le
sobrevuela una continua obsesión por dejar de lado su religión para
así, a los ojos del mundo, convertirse en una persona integrada y
aceptada por la sociedad de la época.
Este escenario está
enmarcado también por la revolución de las ideas socialistas y
anarquistas (Marx y Bakunin), ideas que atraen enormemente a Samuel
debido a su concepto abolicionista de clases y religiones. Esto es
visto por el protagonista como una vía de escape pero se acaba
convirtiendo en una nueva persecución, ya no por motivos religiosos
sino políticos. Esta situación supone un cierre de ciclo ya que,
aunque no quiera, la religión vuelve a jugar un papel muy importante
en su decisión de viajar a la Tierra Prometida.
En este momento la vida
de Samuel se cruza con la de Ahmed, un palestino que ve como sus
tierras son compradas por unos judíos, Samuel entre ellos, que traen
consigo las ideas socialistas gestadas en el imperio ruso: establecen
“colonias agrícolas” pero compartiéndolas con el prójimo (sean
cuales sean sus creencias) y renunciando a cualquier propiedad
individual.
A partir de este momento
la historia se divide en dos narraciones con puntos de vista
diferentes ante las mismas situaciones. Se mezclan vidas de judíos
para quienes la religión es el motor de su vida y judíos para
quienes el serlo supone una gran carga, lo que lleva a un desarraigo
permanente con respecto a su patria y a su religión. También son
protagonistas los palestinos quienes, bajo el yugo de los sultanes
otomanos primero y los británicos después, sueñan con formar una
patria árabe independiente.
Todas estas historias
tienen como nexo de unión tres momentos en la historia de los
pueblos judío y palestino: los pogromos en el imperio ruso de
finales del siglo XIX, la I Guerra Mundial y la II Guerra Mundial.
Aunque en todo el libro se trata de exponer los hechos desde dos
puntos de vista muy diferentes no todos son contados con la misma
intensidad; mientras las consecuencias de la I Guerra Mundial se
hacen más visibles en la parte musulmana, la II Guerra Mundial es
íntegramente contada desde el punto de vista de los judíos, pero no
sólo desde el papel de las víctimas, sino también desde el de
aquéllos que lucharon contra el nazismo.
En un principio puede
parecer que se trata de la eterna lucha entre israelíes y palestinos
pero en realidad parte de una visión mucho más humana, de cómo las
circunstancias hacen que las diferencias religiosas y políticas
entre dos pueblos puedan salvarse o, por el contrario, terminen por
separarlos aún más.
En este escenario se
desenvuelven multitud de personajes a medida que van pasando los
años. Los protagonistas, Samuel y Ahmed, son quizá los más
complejos, están llenos de dudas e inseguridades que acaban por
forjar personalidades frías y duras que en ciertos momentos llegan a
rozar la insensibilidad. El resto de personajes responde a la
perfección a todos los perfiles que la historia va necesitando a
medida que avanza: el espía, el integrante de grupo armado, el
primer amor, el amor imposible, etc.
Finalmente, el desenlace
se construye de manera cuidada, dando lugar a sorpresas finales pero
creando un círculo sin principio ni fin en un conflicto real en el
que ninguna de las partes está exenta de dolor y sufrimiento, ya sea
actual o pasado.
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