Palmeras
en la nieve fue uno de los fenómenos editoriales del año 2012 y
la primera novela de Luz Gabás, profesora universitaria, lingüista,
escritora y también alcaldesa, que nos introduce en un mundo
colonial marcado por un amor imposible donde dos culturas chocan y se
funden en la humedad y el calor tropical. Tal fue su éxito, que en 2015 se estrenará su adaptación al cine.
Pasolobino,
2003. Un pequeño fragmento de papel que revela la existencia de
cuatro personas hasta ahora desconocidas es lo que hace que Clarence,
hija y sobrina de colonos, se plantee muchas preguntas sin respuesta.
Hasta ese momento se había conformado con lo que su familia le había
contado pero ¿y si guardaran parte de su pasado oculto? A partir de
este momento Clarence comienza una investigación personal que le
llevará a la isla de Fernando Poo (en la actual Guinea Ecuatorial),
en el trópico africano, un lugar donde su padre y su tío vivieron
largos años, en busca de alguien llamado Fernando.
Pasolobino,
un día de invierno de 1953. Jacobo y Kilian, oriundos de un pequeño
pueblo de la montaña oscense, emprenden un viaje a la colonia
africana donde vive y trabaja su padre, la Guinea Española. Aunque
Jacobo ya ha estado más veces allí es la primera vez para Kilian,
que observa todo con ojos de niño asustado, algo que le granjea
continuas y molestas bromas desde el principio. De un día para otro
se encuentra inmerso en un mundo completamente diferente al que hasta
ahora había conocido, donde la libertad sexual es una seña de
identidad, donde los recuerdos de una España franquista quedan
velados por la calima tropical y donde Kilian, a pesar de los
problemas iniciales, se va sintiendo cada vez más cómodo.
Luz Gabás nos presenta
así una novela hecha para y por los personajes. Son muchos los que
protagonizan sus páginas, aunque en esencia son sólo cuatro los que
nos hacen saltar entre la España franquista colonial y la actual,
mostrándonos los entresijos de nuestra historia reciente, de los
años en que el colonialismo empezaba a resquebrajarse sumido en
medio de las luchas de los colonos por recuperar sus tierras.
Los hermanos representan
dos caracteres totalmente opuestos, dos actitudes antes la vida.
Mientras Jacobo es retratado como un joven rudo, sin ningún tipo de
interés en el compromiso y que va a la isla simplemente a trabajar,
sin siquiera relacionarse apenas con los nativos, Kilian representa
todo lo contrario: necesita conocer, saber para poder juzgar. Desde
un principio le dicen que acabará amando esa tierra y él no sabe
hasta qué punto esto será cierto.
Por su parte, el
personaje de Clarence es, en esencia, la propia autora retratada:
profesora universitaria, lingüista, habitante de un pequeño valle
aragonés donde a finales del siglo XIX y a lo largo de casi un siglo
los hombres emigraban a Guinea ecuatorial para trabajar en la
exportación de cacao. Es el retrato de toda una comunidad, de su
propia familia.
Finalmente, Laha supone
la mezcla perfecta entre estas dos tierras, un hombre de mundo al que
le gusta viajar, conocer, vivir, pero que también siente la
necesidad de volver cada cierto tiempo a la tierra que le vio nacer,
donde están sus verdaderas raíces y donde Bisila, su madre, guarda
uno de sus mayores secretos.
El narrador omnisciente
hace que conozcamos los entresijos de los pensamientos y sensaciones
de todos los personajes, especialmente de Kilian y Clarence, los
principales protagonistas de las dos partes de las que consta la
novela: la juventud de Kilian y Jacobo en Fernando Poo y la visita de
Clarence a Guinea Ecuatorial. Estas dos historias no se entrelazan a
modo de investigación, sino que se desarrollan de manera más o
menos independiente. Clarence ha leído la correspondencia de sus
familiares durante el tiempo que vivieron en la isla de Fernando Poo,
pero la narración no se limita a eso, sino que hay una descripción
muy minuciosa de cada uno de los capítulos de la vida de los
protagonistas. La primera parte se centra en la descripción del
lugar y de la situación en general, por eso en ocasiones da la
sensación de que no pasa nada importante. No obstante, a medida que
avanzan las páginas el argumento comienza a adquirir un mayor
interés: sentimientos, sospechas, incógnitas y pistas se van
entrelazando dando lugar a situaciones, que aunque no del todo
insospechadas, son capaces de transmitir lo complicado que es a veces
luchar contra los sentimientos, contra el amor, el odio y la culpa.
Las descripciones tan
cuidadas que hace la autora de cada uno de los escenarios hacen que
seamos capaces hasta de percibir aromas, sensaciones, temperaturas.
Así, podemos sentir un viento gélido y penetrante en el extremo
invierno de la montaña aragonesa al mismo tiempo que palpamos la
densa humedad que rodea la isla de Fernando Poo. Lo mismo ocurre con
las distintas situaciones, descritas con tanto detalle y de una
manera tan ágil y envolvente que el lector es capaz de meterse en la
piel de los personajes sin el más mínimo esfuerzo: la emoción de
Kilian es la nuestra al pasar por el pasillo de las palmeras que
franquean la entrada de la finca Sampaka. Estas descripciones pueden
ampliarse además al proceso de maduración, secado y tueste del
cacao y las costumbres y creencias de la minoría étnica bubi, lo
que le aporta un mayor interés y verosimilitud a lo que la autora
nos está contando.
Palmeras en la nieve
bien podría analizarse como dos novelas en una, dos partes de una
misma historia que se complementan pero que tienen sentido por sí
solas, algo que le aporta una mayor riqueza tanto en forma como en
contenido. Estas dos narraciones nos presentan el retrato de un país,
sus cambios, avances y retrocesos a lo largo de los años,
manteniendo siempre una comparación velada con la situación en
España (desde el franquismo hasta la democracia actual). Desde que
se convirtió en una colonia española a finales del siglo XIX hasta
su completa independencia en el año 1968 y la posterior dictadura de
Macías, un dirigente de la etnia fang puesto por el gobierno
español, quien la convirtió en el Auschwitz africano imponiendo un
régimen de opresión y terror donde las etnias minoritarias eran
masacradas. Estas situaciones socio-políticas quedan claramente
reflejadas en los distintos personajes que conforman la trama.
Algo que me ha llamado la
atención es el hecho de que el protagonista de la historia inicial
es Kilian, mientras que lo que Clarence busca es más bien todo lo
relacionado con su padre. Esto hace que dudemos capítulo tras
capítulo en quién es el que vive ese amor tan intenso y estimulante
que lo dejará marcado de por vida.
Sorprende un poco,
además, la facilidad con la que Clarence se va topando con gente que
será clave en el desarrollo de su investigación. Prácticamente no
se encuentra con obstáculos y todo sucede sin decirle a nadie qué
es lo que de verdad está buscando.
Independientemente de
eso, Palmeras en la nieve es una novela de emociones y
sentimientos que se diluyen y reaparecen a lo largo de los años, se
trata de una lectura con una gran carga moral y emocional que hace
que se nos llenen los ojos de lágrimas al comprobar que, a veces,
las circunstancias son demasiado fuertes como para permitir que los
sentimientos desborden a las personas. En definitiva, podría ser el
retrato de cualquiera, independientemente de razas, religiones o
clases sociales.
Este libro llega muy bien a la fibra del lector. Te emociona y quieres saber mas. Acabo de empezar Regreso a tu piel. Promete.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo. De una manera muy sencilla consigue enganchar hasta el final.
EliminarMe apunto Regreso a tu piel como una de mis próximas lecturas :)