El
abuelo que saltó por la ventana y se largó es la primera novela del
escritor y periodista sueco Jonas Jonasson (Per Ola Jonasson),
publicada en 2009 y adaptada al cine en 2014.
Allan
Karlsson vive en una residencia de ancianos en la ciudad sueca de
Malmköping y el día en que cumple cien años decide fugarse poco
antes de la celebración preparada por el alcalde y todo el personal
de la residencia. Sin un destino claro se dirige a la estación de
autobuses donde un joven le pide que vigile su maleta mientras va al
baño, pero su tardanza hace que Allan se suba en el siguiente
autobús llevándose el equipaje. Tras un recorrido no muy largo
llega a una vieja estación de tren abandonada donde vive Julius
quien, de manera inesperada se convierte en su compañero de viaje.
Es
a partir de este momento cuando da comienzo una historia de
persecución a dos bandas: por un lado, la policía, que quiere
desvelar el misterio del centenario desaparecido y por otro, la banda
criminal Never Again, que busca recuperar la maleta y su misterioso
contenido. Contamos aquí con una narración desde diferentes puntos
de vista, lo que aporta información acerca de los distintos
escenarios de la trama: conocemos de primera mano el momento en el
que Allan se escapa, el momento en que en la residencia descubren que
no está en su habitación o el momento en el que el joven de la
maleta se da cuenta de que un anciano se la ha robado.
El
libro está dividido en dos partes. Una nos cuenta la historia del
Allan centenario que decide fugarse y vivir su vida y, otra, la
historia de cómo Allan creció y vivió en diferentes lugares en un
mundo marcado por la guerras, las traiciones políticas y las
revoluciones obreras. La evolución de estas dos historias hace que
la narración se desarrolle en círculo y que se completen la una a
la otra. Si bien es cierto que la historia de la vida de Allan trata
de mostrar una visión en retrospectiva de la vida de un anciano
centenario, las dos narraciones tienen sentido por separado, ya que
en la nueva aventura de Allan apenas se hace referencia a su pasado o
su procedencia.
Estos
dos escenarios están tratados desde la más pura e ilógica
comicidad en la que se suceden situaciones imposibles y sin sentido
que le dan una nueva dimensión a la figura de los protagonistas ya
que, ante la mayor falta de cordura actúan con total normalidad.
Del
mismo modo, el tratamiento de los personajes, aunque sentimental,
está cargado de humor, lo que les da una visión realista, muy
humana y entrañable. Todos empiezan siendo personajes totalmente
imperfectos y, en cierto sentido, desgraciados en sus vidas, pero con
el paso del tiempo van adquiriendo otras muchas cualidades que hacen
que el lector les coja un cierto cariño. Este humor es incluso
evidente en las descripciones de sus propias acciones y pensamientos,
donde poco importa que nos encontremos ante el jefe de una banda
criminal, un vendedor de salchichas o un conocido ratero de pueblo ya
que en esta historia nada tiene sentido.
Este
enfoque se extiende además a las propias acciones del protagonista
quien, a sus cien años y durante toda su vida vive grandes aventuras
un tanto inverosímiles, como codearse con las personalidades
políticas más influyentes del sigo XX. Este tipo de cosas son las
que le dan interés al libro, lo que hace que en el medio el lector
se eche a reír ante el tinte absurdo de lo que está leyendo.
Pero
dejando de lado el tinte más humorístico y absurdo del libro,
parece evidente que nos encontramos ante una crítica mordaz a la
sociedad del último siglo, a cómo se han ido desarrollando las
cosas, a cómo se han desatado guerras y se han ganado o perdido, a
la indiferencia de los gobernantes hacia todo lo que no les supone un
beneficio económico o de estatus social. De hecho, son recurrentes
las alusiones a la corrupción como forma de ascender en el mundo de
la política.
En
todas las situaciones descritas, en las que siempre hay importantes
personajes políticos de por medio, hay una clara crítica a
determinados sistemas de gobierno. Se ridiculiza el comunismo a
través de personajes como Stalin, Mao Tse-Tung y Kim Il-Sung,
retratándolos como figuras altamente desconfiadas pero, en
definitiva, fáciles de engañar. Lo mismo ocurre con el capitalismo
occidental, totalmente cegado por su sentimiento de superioridad
característico hacia el resto de la humanidad.
En
la parte que narra las aventuras de Allan ya como hombre centenario
también es evidente una crítica a las fuerzas de seguridad, a los
medios de comunicación y a los jueces actuales. Tanto los unos como
los otros llevan a cabo su trabajo a ciegas hasta cierto punto, dando
información a la población que no es del todo veraz, en ocasiones
sin contrastar y exponiendo teorías aún por comprobar.
En
definitiva, nos encontramos ante un libro ligero, entretenido y fácil
de leer con un interés mayor del que el título o el tema puedan
transmitir en un principio.
Por
cierto, me resulta muy curiosa la alusión que se hace a la figura de
Fabergé, al que se le llama Fabbe, y a uno de sus famosos huevos de
Pascua, considerados obras maestras de la joyería y que tenían como
destinatarios los zares y la alta burguesía rusa de finales del
siglo XIX y principios del XX.
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