Dime quién soy,
publicada en 2010, es la cuarta novela de la escritora y periodista
Julia Navarro, quien a lo largo de sus más de mil páginas (edición
de bolsillo) sumerge al lector en los acontecimientos clave de la
historia europea más reciente.
Guillermo Albi es un
joven periodista que, en el peor momento de su carrera profesional,
recibe el encargo de investigar la vida de su bisabuela, Amelia
Garayoa, de quien sólo se sabe que desapareció en la década de
los años 30 dejando atrás a un marido enamorado y un hijo casi
recién nacido. El encargo parte de su tía Marta, que le pide
organizar toda la información recogida en una novela que pueda
regalar a su familia en Navidad, y para ello se compromete a pagarle
un jugoso sueldo mensual que, obviamente, Guillermo no está en
condiciones de rechazar.
Sin muchas ganas y con
unas expectativas bastante escépticas Guillermo comienza a indagar
de la manera más simple que se le ocurre: consultando la partida de
nacimiento de su abuelo y buscando, más tarde, el apellido de su
bisabuela en el listín telefónico. A partir de ahí se suceden
visitas, entrevistas y preguntas que hacen que el bisnieto de Amelia
no sea capaz de parar hasta llegar al final.
La Europa de los años 30 y 40 fue un período convulso marcado por la Guerra Civil española, el
ascenso al poder de Hitler y el régimen de terror comunista impuesto
por Stalin. Pero todos estos acontecimientos tuvieron además
consecuencias mucho más allá de las fronteras europeas, ya que
fueron los países latinoamericamos los que dieron asilo a la
multitud de exiliados españoles que huían del horror franquista y a
todos aquellos revolucionarios que intentaban combatir el auge del
fascismo.
En este contexto se
desarrolla la adolescencia y juventud de Amelia, una mujer que no
sigue los cánones de conducta establecidos. Perteneciente a una
familia de la alta burguesía española, vive de manera muy diferente
a lo que se espera de ella y ansía una libertad que parece no
pertenecerle. Esto le supone grandes emociones, peligrosos
imprevistos y, sobre todo, mucho sufrimiento. Pero tras el abandono
familiar Amelia es protagonista de los hechos más destacados de la
Europa del siglo XX: el estallido de la II Guerra Mundial, la Guerra
Fría y la caída del Muro de Berlín, momentos que no podrían
entenderse sin las complejas redes de espionaje y grupos clandestinos
que mantenían entrelazada a toda Europa. Una participación más o
menos activa en dichos acontecimientos es clave en el desarrollo de
Amelia como personaje, ya que empieza siendo una niña inocente, una
joven ingenua y enamoradiza que deja todo por seguir a un gran amor
para, poco a poco, convertirse en una mujer adulta, con las ideas muy
claras y que no duda en defender sus convicciones hasta las últimas
consecuencias.
La novela, aunque
estructurada en torno a la vida de Amelia Garayoa, está dividida en
seis partes, cada una de ellas dedicada a un personaje masculino
diferente, personas que en un determinado período de tiempo han
supuesto el centro de la vida de la protagonista: Guillermo,
Santiago, Pierre, Albert, Max y Friedrich. La psicología de estos
personajes está tratada desde el afecto que sienten por Amelia y es
común a todos ellos una cierta adoración y dependencia, ya sea por
trabajo, amor o protección.
A su vez, tal y como
ocurre en otras novelas de la misma autora analizadas en posts
anteriores (Dispara, yo ya estoy muerto), la profesión de Julia
Navarro como periodista queda patente en esa propia estructura, ya
que nos encontramos ante un puzzle lleno de preguntas y respuestas,
pequeñas entrevistas que van dando forma a la vida de Amelia.
Incluso dentro de la propia historia los personajes muchas veces se
ven avocados a misiones en las que con pequeños pedazos de
información tienen que construir rompecabezas más o menos complejos
con el fin de salvar su vida o al mundo entero.
Con respecto al
tratamiento del resto de personajes hay cuatro cosas que me llaman la
atención:
Primero, la existencia de
esa madre pesimista y cansina que no hace más que reprochar a su
hijo la falta de un trabajo decente. Esto hace que las conversaciones
telefónicas entre madre e hijo resulten pesadas, repetitivas y sin
fundamento.
Segundo, existen una
serie de personajes que tienen una fuerte evolución, como si fueran
a ser clave en el desarrollo de la historia, pero de repente
desaparecen y nada se vuelve a saber de ellos. Esto también podría
analizarse como un intento de la autora por emular ese vacío
repentino que dejaban todos aquéllos que por sus ideas eran
perseguidos y un día cualquiera desaparecían.
Tercero, durante la
primera mitad de la novela Amelia hace referencia a Franco con la
esperanza de que las consecuencias de sus acciones puedan ayudar a
derrocar el régimen franquista, pero llega un momento en el que este
sentimiento se obvia, tal vez por la propia evolución del personaje,
que va perdiendo poco a poco esa esperanza y convicción.
Y cuatro, parece evidente
un guiño (a pequeña escala) a Cien años de soledad en el hecho de
poner a la mayoría de las mujeres de la familia el nombre de Amelia
tal y como ocurría en Macondo con los numerosísimos Aureliano
Buendía.
El final se construye de
una manera muy sencilla y es tanta su carga emotiva que tan sólo
necesita de un par de páginas para desarrollarse.
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