jueves, 25 de septiembre de 2014

La verdad sobre el caso Harry Quebert

Publicada en septiembre de 2012 y galardonada con el premio Goncourt des Lycéens, el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa y el Premio Lire a la mejor novela en lengua francesa La verdad sobre el caso Harry Quebert es la segunda novela del jovencísimo escritor suizo Joël Dicker.






Tras el éxito de su primera novela el escritor Marcus Goldman se encuentra bloqueado por el síndrome de la página en blanco. Tras varios meses infructuosos decide ponerse en contacto con la única persona que puede ayudarle: Harry Quebert, un famoso escritor estadounidense y su antiguo profesor de literatura en la Universidad. Con la esperanza de encontrar la inspiración perdida se traslada a vivir de manera temporal a la casa que Quebert tiene en Aurora, New Hampshire. Allí descubre de manera casual la extraña relación que su mentor había mantenido con Nola Kellergan en el pasado, una joven de 15 años desparecida en agosto de 1975. A los pocos días, cuando Marcus regresa a Nueva York, Harry Quebert es detenido acusado de secuestro y asesinato.




A partir de este momento comienza una historia de investigación por parte de la policía y por parte del propio Marcus, que busca a toda costa demostrar la inocencia de su amigo y mentor. Pero su investigación se ve condicionada por un misterioso mensaje amenazante que se repite en pequeñas notas escritas a ordenador: “Vuelve a tu casa, Goldman” ¿Quién está detrás de estas misivas? ¿Alguien a quien no le interesa que se siga husmeando treinta y tres años después? ¿Tal vez el verdadero asesino?

A lo largo de la investigación Marcus se encuentra con todo tipo de testimonios, algunos de los cuales no dejan muy bien parado a Harry. Tal es el caso de Tamara Quinn, una anciana que odia sin contemplaciones a Harry convirtiendo en propio el despecho de su hija.

Aunque el argumento resulta interesante desde un principio y engancha a cada capítulo que pasa, parece un tanto inverosímil el hecho de que Marcus, sin tener ningún tipo de relación con la policía se dedique a investigar el caso por su cuenta, y no sólo eso, sino que además de vez en cuando recurre a la propia policía o al abogado defensor de Harry para ponerlos al corriente de sus investigaciones.

La historia está contada a través de 31 capítulos que van en orden decreciente, como si quisieran marcar una cuenta atrás y empiezan con pequeños fragmentos de diálogos entre Marcus y Harry, en ocasiones simples reflexiones que funcionan como consejos para llegar a ser un buen escritor, directrices a las que se les da un papel principal en la narrativa de cada capítulo. Además, están contados a partir de tres momentos importantes para el desarrollo de la narración: 1975, el año de la desaparición de Nola; 1998, año en que Marcus entra en la Universidad y conoce a Harry; y 2008, año en el que se encuentra el cadáver de Nola y Harry es detenido. Como recurso narrativo cabe destacar además el empleo de fragmentos de la famosa novela de Harry Quebert El origen del mal, a la que se hace una referencia constante en el libro.




Del mismo modo, la novela está dividida en tres partes. La primera hace referencia a los últimos meses de Nola antes de su desaparición, de cómo conoce a Harry y se enamora de él y de cómo discurre su vida en Aurora. La segunda parte de la investigación policial que se desarrolla a partir de la desaparición de la joven. La tercera hace referencia a la resolución del caso y de qué manera influye en Marcus y en todos los habitantes de Aurora.

La relación entre Harry y Nola recuerda irremediablemente a ese profesor Humbert Humbert al que Vladimir Nabokov hizo perder la razón por una jovencísima Lolita. En este sentido es evidente también la licencia estilística que se toma en comparación con el primer párrafo de la novela de Nabokov: la repetición del nombre de la persona objeto de deseo, cada letra, cada sílaba, como paladeándola para impedir perder cualquier tipo de matiz.






El narrador omnipresente hace que en todo momento sepamos los pensamientos de cada uno de los personajes, lo que da una perspectiva mayor a la trama y una visión más ampliada de su psicología.

Sin duda, son los tres personajes principales los que experimentan una mayor evolución a lo largo de la narración. Nola comienza siendo una niña ingenua de 15 años llena de fantasías de adolescente y sin llegar a hacerse mayor su personaje va madurando hasta el punto de llegar a ver en ella aspectos que difícilmente podrían ser propios de una chica de su edad, sino de un adulto. Los distintos testimonios retratan a un Harry solitario concentrado en su profesión de escritor, pero a medida que pasan las páginas nos encontramos ante un hombre que trata de escapar de un amor imposible, un hombre atormentado por la circunstancias pero con un fondo tierno y sensible. Finalmente, Marcus se muestra como alguien incapaz de enfrentarse a un fracaso, que sólo acomete cosas que sabe que va a poder hacer, casi sin arriesgar nada. No es más que un escritor novel venido a más que buscando inspiración se ve envuelto en un complejo caso de secuestro y asesinato, lo que hace que sus actos sean más humanos, más enfocados a la defensa de su amigo que a solventar su extrema situación profesional. De hecho parece evidente un cierto paralelismo entre los dos personajes masculinos, es como si Marcus repitiera en cierto sentido la vida de Harry 30 años más tarde, algo que quizá los una más que una mera relación profesor-alumno.




La verdad sobre el caso Harry Quebert puede analizarse como un fiel retrato del ser humano, de sus más bajos instintos, de cómo actúa en situaciones límite y cuáles son los mecanismos de defensa a los que recurre, de cómo se mueve por su propio interés incluso acusando sin pruebas de los crímenes más terribles, de cómo hace daño sin pudor ni compasión, de cómo es egoísta, perverso, envidioso y mediocre, y de cómo autocastiga su alma atormentada. El amor está tratado desde la prohibición y el conformismo, los personajes engañan, son engañados y se ven constantemente juzgados desde la moral más puritana e hipócrita.

A lo largo de toda la novela subyace una dura crítica a la sociedad norteamericana y al mundo editorial en general, a cómo en ocasiones lo único que se busca es carnaza que garantice un mayor número de ventas.


Aunque la narración es bastante ágil y la gran cantidad de flashbacks están bien estructurados sí es cierto que lo verdaderamente interesante se encuentra al principio y al final, el medio se pierde un poco en repeticiones e investigaciones que llevan demasiado tiempo, lo que hace que el verdadero final se precipite en el último capítulo. Este final no fue personalmente algo predecible, ya que a través de engaños el autor nos hace creer una cosa y en la hoja siguiente la contraria hasta el punto de que el lector no es consciente de cuál es la verdad hasta el mismo final, algo que por otra parte es lo que se presupone en un buen libro.

jueves, 18 de septiembre de 2014

Ha vuelto

Yo también sigo aquí, y eso tampoco lo entiendo”

En septiembre de 2013 salía publicado el primer libro escrito en solitario por el periodista alemán Timur Vermes: Ha vuelto, un título controvertido que ha sabido granjearse por igual multitud de críticas y alabanzas en un país, Alemania, profundamente marcado por la figura de Adolf Hitler.

Nada en sus casi 400 páginas es aleatorio. Ni su portada minimalista, objeto de una campaña de marketing del todo efectista, y mucho menos su precio de mercado: 19,33 euros (1933 fue el año en que Hitler llegó al poder).




En marzo de 1945 Hitler, a punto de consumarse su derrota, ordena a la Wehrmacht destruir todo lo que queda en pie en Berlín para evitar así que el enemigo pueda utilizar cualquier recurso para atacar. Está a punto de perder la guerra, así que el pueblo alemán, ese pueblo que durante años se convirtió en una máquina de destrucción, habrá perdido también su derecho a existir.






Pero esto no es una historia más de la Segunda Guerra Mundial.

Un día caluroso de agosto de 2011 Adolf Hitler se despierta en un descampado de Berlín. Aturdido y totalmente desubicado trata de encontrar alguna pista que le haga entender por qué todo es tan diferente, por qué nadie se dirige a él con el saludo militar y a qué se deben tantas miradas de estupor e incomprensión. Poco a poco, no sin desmoralizarse, va aceptando su nueva situación a medida que lee en las revistas de Historia el transcurso de los acontecimientos tras su suicidio (¿qué es esa tontería de que se suicidó en abril de 1945? sin duda, una gran mentira fruto de la manipulación de los medios) hasta que una noche de inspiración llega a la conclusión de que su misión en el mundo actual es volver a sus orígenes, cuando era un cabo que asombraba al resto de soldados con su facilidad de palabra. Hitler comienza a trabajar sin descanso para conseguir seguidores, para infundir en la población el mismo fanatismo nacionalsocialista que ya había logrado casi setenta años atrás. Solo que esta vez se sirve de un programa de humor en la televisión.




Este escenario da lugar a situaciones del todo bizarras y un tanto ridículas en las que Hitler responde de la única manera que sabe. Vive y entiende la actualidad desde el punto de vista del amo de Europa en el año 1945 y sus respuestas (tan auténticamente nazis) a las reacciones de incomprensión de quienes le rodean son tan vehementes que es imposible no reírse, aunque en ocasiones dé hasta reparo reírse de según qué cosas.

Parece que Hitler, por ser Hitler, no haya sido humano. Desde luego la mayor parte de sus acciones no lo dejan muy bien parado en este sentido, pero inmerso en una sociedad actual y rodeado de personas del todo normales, parece lógico que haya momentos en los que tenga que actuar como un ser humano más. Es precisamente esta perspectiva la que emplea el autor para dar esos toques de humor, porque ¿alguien se imagina a Hitler dando consejos sobre amor e incluso sobre moda femenina?

Con el paso del tiempo empieza a ser consciente de la evolución sobre todo tecnológica del mundo actual, lo que le hace librar un tipo de batallas a las que no está acostumbrado. Para él estos avances están tremendamente desaprovechados, ¿por qué en vez de emplear la televisión como método propagandístico hay tantos programas de cocina?

En este sentido el libro está muy bien documentado, nos encontramos ante un personaje que no sale nunca de lo que ha sido como figura histórica. Esto hace que la gente considere que nunca deja de lado su papel pero es que ellos no saben que no hay ningún papel. El fanatismo es uno de los rasgos característicos que el Führer busca en todas las personas con las que se relaciona, y es algo que encuentra en diferentes aspectos, pero nunca desde un punto de vista político, que es lo que él menos comprende. Ve en todos ellos el germen que hubo en su día en quienes le siguieron fervientemente en el camino hacia la conquista de Europa.




En ciertos pasajes el propio Hitler se dirige al lector con la intención de hacerlo partícipe de sus sensaciones, como si fuera un confidente que le comprende y conoce la Historia tal y como él la ha vivido (ni hablar de suicidios, eso es de cobardes). Hace especial referencia a sus años de juventud, al rechazo sufrido en la Academia de Viena y a las duras condiciones de la escuela militar, episodios que superó gracias a su tesón y a un deseo ferviente, a saber: convertirse en el nuevo Napoleón, aunque esta vez con éxito.

El ritmo narrativo es ágil y, aunque está plagado de referencias a personajes alemanes tanto históricos como actuales, las anotaciones aportan la información necesaria para que no parezca que el lector pueda no estar enterándose de quién se está hablando. Como está contado en primera persona hay muchas páginas dedicadas a las reflexiones del propio Hitler, donde el autor no hace más que reproducir coma por coma algunos de los pensamientos más oscuros del protagonista, algo tal vez de mal gusto para los caracteres más sensibles.

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial la figura de Hitler se ha tratado siempre desde el punto de vista de un loco que llevó a cabo todo tipo de barbaridades “por el bien del Pueblo Alemán”. Pero son muchas las referencias en el cine que nos presentan a un Führer desde distintas perspectivas: la de un ser ególatra y trastornado o la de un ser humano que (podría decirse) sufrió personalmente por conseguir sus objetivos en pos de la pervivencia de la raza aria en Alemania. En este sentido, hasta ahora son conocidas a nivel mundial las cintas realizadas por Chaplin en su largometraje El gran dictador u Oliver Hirchbiegel con El Hundimiento.






Pero el verdadero trasfondo de este libro va mucho más allá de querer presentarnos la figura de Hitler como un personaje cómico o desvirtuado. Aunque en la conciencia colectiva actual parezca muy claro que ese tipo de cosas no pueden volver a ocurrir o que parecería imposible que esto se diera en la sociedad occidental actual, Timur Vermes nos quita la venda de los ojos y nos enseña que los medios cambian (la propaganda se ve sustituida por los medios de masas, algo sin duda mucho más rápido y quizás más efectivo) pero los objetivos pueden seguir siendo los mismos, y no digamos ya las múltiples formas de manipulación. ¿Podríamos asistir, ochenta años después, al ascenso al poder de un nuevo Hitler amparado en la voluntad del pueblo? Al fin y al cabo la demagogia es eso, una manipulación de masas en estado puro.


domingo, 14 de septiembre de 2014

El abuelo que saltó por la ventana y se largó

El abuelo que saltó por la ventana y se largó es la primera novela del escritor y periodista sueco Jonas Jonasson (Per Ola Jonasson), publicada en 2009 y adaptada al cine en 2014.






Allan Karlsson vive en una residencia de ancianos en la ciudad sueca de Malmköping y el día en que cumple cien años decide fugarse poco antes de la celebración preparada por el alcalde y todo el personal de la residencia. Sin un destino claro se dirige a la estación de autobuses donde un joven le pide que vigile su maleta mientras va al baño, pero su tardanza hace que Allan se suba en el siguiente autobús llevándose el equipaje. Tras un recorrido no muy largo llega a una vieja estación de tren abandonada donde vive Julius quien, de manera inesperada se convierte en su compañero de viaje.




Es a partir de este momento cuando da comienzo una historia de persecución a dos bandas: por un lado, la policía, que quiere desvelar el misterio del centenario desaparecido y por otro, la banda criminal Never Again, que busca recuperar la maleta y su misterioso contenido. Contamos aquí con una narración desde diferentes puntos de vista, lo que aporta información acerca de los distintos escenarios de la trama: conocemos de primera mano el momento en el que Allan se escapa, el momento en que en la residencia descubren que no está en su habitación o el momento en el que el joven de la maleta se da cuenta de que un anciano se la ha robado.




El libro está dividido en dos partes. Una nos cuenta la historia del Allan centenario que decide fugarse y vivir su vida y, otra, la historia de cómo Allan creció y vivió en diferentes lugares en un mundo marcado por la guerras, las traiciones políticas y las revoluciones obreras. La evolución de estas dos historias hace que la narración se desarrolle en círculo y que se completen la una a la otra. Si bien es cierto que la historia de la vida de Allan trata de mostrar una visión en retrospectiva de la vida de un anciano centenario, las dos narraciones tienen sentido por separado, ya que en la nueva aventura de Allan apenas se hace referencia a su pasado o su procedencia.

Estos dos escenarios están tratados desde la más pura e ilógica comicidad en la que se suceden situaciones imposibles y sin sentido que le dan una nueva dimensión a la figura de los protagonistas ya que, ante la mayor falta de cordura actúan con total normalidad.




Del mismo modo, el tratamiento de los personajes, aunque sentimental, está cargado de humor, lo que les da una visión realista, muy humana y entrañable. Todos empiezan siendo personajes totalmente imperfectos y, en cierto sentido, desgraciados en sus vidas, pero con el paso del tiempo van adquiriendo otras muchas cualidades que hacen que el lector les coja un cierto cariño. Este humor es incluso evidente en las descripciones de sus propias acciones y pensamientos, donde poco importa que nos encontremos ante el jefe de una banda criminal, un vendedor de salchichas o un conocido ratero de pueblo ya que en esta historia nada tiene sentido.

Este enfoque se extiende además a las propias acciones del protagonista quien, a sus cien años y durante toda su vida vive grandes aventuras un tanto inverosímiles, como codearse con las personalidades políticas más influyentes del sigo XX. Este tipo de cosas son las que le dan interés al libro, lo que hace que en el medio el lector se eche a reír ante el tinte absurdo de lo que está leyendo.

Pero dejando de lado el tinte más humorístico y absurdo del libro, parece evidente que nos encontramos ante una crítica mordaz a la sociedad del último siglo, a cómo se han ido desarrollando las cosas, a cómo se han desatado guerras y se han ganado o perdido, a la indiferencia de los gobernantes hacia todo lo que no les supone un beneficio económico o de estatus social. De hecho, son recurrentes las alusiones a la corrupción como forma de ascender en el mundo de la política.

En todas las situaciones descritas, en las que siempre hay importantes personajes políticos de por medio, hay una clara crítica a determinados sistemas de gobierno. Se ridiculiza el comunismo a través de personajes como Stalin, Mao Tse-Tung y Kim Il-Sung, retratándolos como figuras altamente desconfiadas pero, en definitiva, fáciles de engañar. Lo mismo ocurre con el capitalismo occidental, totalmente cegado por su sentimiento de superioridad característico hacia el resto de la humanidad.






En la parte que narra las aventuras de Allan ya como hombre centenario también es evidente una crítica a las fuerzas de seguridad, a los medios de comunicación y a los jueces actuales. Tanto los unos como los otros llevan a cabo su trabajo a ciegas hasta cierto punto, dando información a la población que no es del todo veraz, en ocasiones sin contrastar y exponiendo teorías aún por comprobar.

En definitiva, nos encontramos ante un libro ligero, entretenido y fácil de leer con un interés mayor del que el título o el tema puedan transmitir en un principio.


Por cierto, me resulta muy curiosa la alusión que se hace a la figura de Fabergé, al que se le llama Fabbe, y a uno de sus famosos huevos de Pascua, considerados obras maestras de la joyería y que tenían como destinatarios los zares y la alta burguesía rusa de finales del siglo XIX y principios del XX.



miércoles, 10 de septiembre de 2014

El jilguero

Sólo era consciente del alivio de estar allí, de mi dolor y de que tenía el corazón rebosante”

Premio Pulitzer a novela de ficción en el año 2014 y nominada al premio del Círculo Nacional de Críticos y a la medalla Andrew Carnegie, El Jilguero es la tercera novela de la escritora estadounidense Donna Tartt quien, a través de personajes contemporáneos, nos acerca el retrato de una existencia movida por la desgracia y la autocompasión que recuerdan al tormento propio del hombre romántico.




Theo Decker lleva una semana encerrado en la habitación de un hotel en Amsterdam sumido en una mezcla del sopor que le provoca la fiebre y el miedo a ser descubierto. Este estado mental de agitación le hace pensar en el origen de su vida tal y como es ahora, con un poso de tristeza y abandono que inspira lástima.




Tiene trece años y acaba de ser expulsado del colegio. Se dirige con su madre hacia una reunión con el director pero un taxi nauseabundo, una lluvia incesante y más tiempo del esperado hacen que Theo y su madre se resguarden dentro del Museo Metropolitano de Nueva York sin ser conscientes de lo que pasará a continuación: un hecho que dejará a Theo sin su sustento en la vida. A pesar de la desgracia, se abre ante él un mundo nuevo rodeado de muebles antiguos, un cuadro famoso, Welty y Pippa, dos personajes que indirectamente le guiarán durante todo el recorrido de su vida suponiendo a veces una carga pero otras muchas mostrándole las salidas que tanto ansía.








Tanto el título como la obra en sí giran en torno a un cuadro pintado en 1654 por Carel Fabritius, un pintor holandés discípulo de Rembrandt y maestro de Vermeer, bastante exitoso en vida pero que desgraciadamente murió de manera prematura, lo que le impidió dejar grandes obras para la posteridad.

Este cuadro aparece como un hilo conductor en la vida de Theo, de una manera u otra tiene aspectos comunes con la gente con la que el protagonista se relaciona, al mismo tiempo que aparece como el origen de sus grandes angustias, ya que el miedo a que alguien se haga con él lo obsesiona y paraliza.






El libro está dividido en cinco partes, cada una de ellas referente a grandes cambios en la vida del protagonista. Pero aunque esto es así formalmente, existen dos partes bien identificadas y que más o menos suponen las dos mitades del libro: la historia del Theo adolescente y la del Theo adulto, donde somos testigos de cómo se van gestando vicios y costumbres que le llevan a vivir como vive y a hacer lo que hace.

Ya desde la primera página se aprecia un gusto desmedido por el empleo de adjetivos con el objetivo de describirlo absolutamente todo, hasta el más mínimo detalle (el color de la etiqueta de aquella botella de agua bajo los escombros). Es curioso además el empleo de adjetivos sensitivos que le dan a las cosas aspectos y sensaciones impropios; por ejemplo, se habla de la textura del cielo o del sabor del aire. Esto hace que aunque la narración sea bastante fluida, el ritmo sea realmente lento, algo mucho más evidente en la primera mitad de la novela.

De hecho, en esta primera mitad da la sensación de que no pasa nada, se relatan los cambios en la vida del protagonista desde el repentino suceso en el museo, pero nada de gran interés como para dedicarle tantas páginas a cada uno. Sin embargo, una vez superado ese punto medio imaginario, los hechos verdaderamente importantes empiezan a sucederse, el ritmo se hace mucho más fluido y todas las piezas parecen encajar, ya que en esas primeras páginas se gestan los aspectos que desvelan la trama, creando además una serie de interrogantes: ¿qué hace en Amsterdam en ese estado?, ¿qué tiene que ver el cuadro de El Jilguero en toda la historia?

A pesar de este ritmo en ocasiones demasiado lento e incluso pesado, lo que más me gusta es la narración en sí. En un mismo párrafo se suceden frases que relatan lo que está pasando al mismo tiempo que se mezclan recuerdos de conversaciones o anécdotas, algo que le da un punto de fluidez y personalidad, ya que el lector puede hacerse una imagen bastante vívida de lo que realmente está pasando por la cabeza del protagonista. Esto es especialmente evidente en momentos dramáticos o de tensión: el suceso en el museo o los arranques de ira y euforia de su padre. En este aspecto me recuerda formalmente, salvando las distancias, a la narrativa de Saramago, donde todo se desarrolla en un único párrafo y donde en ocasiones resulta complicado saber quién habla en cada momento.

Sobre todo en la segunda mitad de la novela hay continuas referencias al cuadro como “experiencia de vida”, como si la autora quisiera transmitirnos la vida y circunstancias del pintor Fabritius a través de un actor, Theo, contextualizado en el mundo actual. El paso de los años hace que lo materialmente tangible cambie y evolucione, pero los sentimientos y sensaciones permanecen inalterables. En este sentido nada separa al hombre del siglo XXI del humanista del Renacimiento o del hombre atormentado del Romanticismo.




Pero quizá lo más complejo que encontramos en la narración sea el tratamiento del protagonista cuya psicología está totalmente entroncada con esta visión romántica, la del ser autodestructivo, autocompasivo y melancólico. Una narración plagada de reflexiones personales que poco a poco van dando sentido a un Theo traumatizado por el dolor y la soledad que roza durante toda su vida la delincuencia y la drogadicción pero que eventualmente encuentra consuelo en los brazos paternales de Hobie o en la amistad sin condiciones de Boris.


En este sentido la novela tiene una profundidad mucho mayor de la que se muestra en un principio, ya que en definitiva nos encontramos ante un retrato del ser humano como mente voluble y moldeable.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Y las montañas hablaron

Tras el éxito de Cometas en el cielo y Mil soles espléndidos, Y las montañas hablaron es la tercera novela del escritor afgano Khaled Hosseini, publicada en 2013. A través de un tratamiento tremendamente tierno y sensible el autor nos acerca a personajes que luchan por la supervivencia y la búsqueda de sus raíces en escenarios, épocas y culturas diametralmente opuestos.




Un día de otoño de 1952 Abdulá escucha atento la historia que le cuenta su padre al tiempo que comienzan un largo viaje. Es el hijo mayor de una familia pobre de Shadbagh, tan pobre que sus padres se ven obligados a entregar a su única hija, Pari, a una familia de Kabul. Este hecho genera una gran tensión en el ánimo de Abdulá, quien intenta impedir por todos los medios que eso ocurra ya que no se ve capaz de seguir viviendo sin su hermana.






Este comienzo deriva en un retrato multicultural, donde las vidas se entrelazan en los lugares más lejanos e insospechados, todo salpicado de sensaciones, presentimientos y recuerdos constantes que agitan la vida de los protagonistas. Esto se construye en base a capítulos donde el tema principal son las relaciones personales (hermanos, amantes, amigos,...) y lo fuertes o débiles que se vuelven en función de las circunstancias. Estas relaciones están tratadas desde un punto de vista puramente sentimental, lo que les dota de una fuerza tal que el autor ni siquiera tiene la necesidad de crear grandes antagonistas que ensalcen las virtudes de cada personaje.

Cada uno de estos capítulos está tratado desde el punto de vista de un personaje diferente, y aunque la historia central sea la separación de Pari y Abdulá, todas ellas tienen sentido por sí solas, como si nos encontráramos ante una colección de pequeños relatos que dan forma a un puzzle aún por construir. Todos estos personajes componen un mosaico que trata de explicar las circunstancias de su vida y la evolución de sus caracteres a lo largo de tantos años y de qué manera su experiencia o parte de ella está relacionada con los dos protagonistas.






Tejidos sobre un trasfondo histórico bastante importante, la combinación de estos pequeños relatos dibuja un retrato de la historia más reciente de Afganistán desde los años 50 en el que es fundamental la confrontación entre Oriente y Occidente y cómo esa confrontación cambia a los protagonistas. La parte más cruda de la realidad afgana, las sucesivas guerras, se sitúa en un segundo plano ya que no se describen episodios bélicos en los que los protagonistas se ven envueltos, pero sí se hace especial hincapié en las consecuencias que sufren, tanto los que pasan su vida en Afganistán como los miembros de la comunidad afgana en Estados Unidos o aquéllos que, por unas u otras razones, han elegido vivir en otros países como Francia o Grecia.

Lo que más me gusta de esta novela es lo perfectamente hilado que está todo, no hay cabos sueltos, el último capítulo cierra el círculo de manera impecable dando respuesta a los diversos interrogantes que van apareciendo a lo largo de la historia. Esta es una regla que no siguen muchas de las novelas que emplean como enfoque narrativo la secuenciación de vidas y lugares más o menos coetáneos.

Además el ritmo narrativo, sencillo y ágil, y el tratamiento de cada personaje hace que el lector desarrolle una gran empatía viviendo los sucesos desde un enfoque más humano y restándole protagonismo al contexto histórico y social más inmediato.