domingo, 6 de diciembre de 2015

Vestido de novia

Vestido de novia es el primer thriller de Pierre Lemaitre, obra publicada en su versión original en 2009 y rescatada de su bibliografía tras el grandísimo éxito cosechado con Nos vemos allá arriba, título por el que recibió el premio Goncourt en 2013. Autor de consagrado éxito en la novela policiaca, Lemaitre nos acerca ahora a un argumento propio de las mejores novelas negras donde incluso asistimos a la evolución de personajes con claros tintes hitchcockianos.





Sophie Duguet es la mujer más buscada de Francia. Su vida era normal, estaba felizmente casada y se dedicaba a una profesión de éxito, pero un día se ve obligada a tomar una importante decisión. A su alrededor ocurren cosas para las que no tiene explicación, es acusada de robos, de olvidos cada vez más frecuentes, de conductas propias de quien no está en sus cabales y, lo más preocupante, de múltiples asesinatos en los que ni siquiera recuerda haber participado. Su única opción es desaparecer. Sophie huye y los acontecimientos se suceden sin descanso. Identidades falsas y un intento por reconstruir su vida durante los últimos años hacen de la protagonista un maniquí en las manos de una mente confusa, excitada y asustadiza. No conoce a nadie, no confía en nadie. Pero deberá empezar por el principio si quiere entender el final.




Vestido de novia está dividida en cuatro partes, todas ellas resueltas con brillantez, con el pulso y el compás justo de quien no quiere perder el tiempo en detalles que resten velocidad a la trama. En este sentido, el ritmo de la novela es fresco y ágil, aunque la primera parte tal vez se alargue en exceso al querer enganchar al lector en una incertidumbre de la que no saldrá hasta mediado el libro: qué le puede estar pasando a Sophie para que no recuerde acontecimientos tan graves es la principal preocupación del lector, que pase por dos o tres sitios antes de resolver esta duda es secundario.

Los hechos se suceden apresuradamente, un ritmo que recuerda a los mejores thrillers cinematográficos donde de manera rápida y abrupta las escenas se convierten en cambios de plano dramáticos y muy bien medidos. Esto lo enfatizan las frases cortas, casi telegráficas, que el autor emplea para enganchar al lector desde la primera letra.




En esta ocasión, Lemaitre nos adentra en un círculo psicológico con un principio y un final bien definidos, no tanto por hacer referencia explícita a trastornos, manías y obsesiones, sino por retratar a la perfección las miserias y defectos del alma humana. Toda conducta tiene un propósito, lo difícil es saber hasta dónde se está dispuesto a llegar, algo peligroso si el que actúa lo hace movido por algún tipo de debilidad. En este contexto, la condición de "loca" que se le presupone desde el principio a Sophie es la excusa perfecta para descontextualizar el espacio y el tiempo; visiones casi irreales de espacios que más parecen escenarios de un sueño y espacios temporales eternos donde se suceden los vacíos, los huecos que suponen las piezas perdidas de un puzzle. En ocasiones hasta parece que la protagonista vive las cosas alejada de su propio cuerpo, asiste a su vida como una espectadora presa de la impotencia.

Es cierto que tanta perfección en los detalles, en las acciones, en los engaños, puede resultar un tanto irreal. Cada personaje que aparece está perfectamente medido y se comporta de manera previsible y exitosa; en definitiva, es un engranaje más donde todo está planeado al milímetro, una previsibilidad que se extiende hasta el mismo final. Desde el momento en que se dilucida la trama, el lector sabe lo que va a pasar, aunque no sabe cuándo ni hasta dónde el autor va a exprimir la desesperación de la protagonista. Pero esta condición no estropea en absoluto el resto de la novela, simplemente se perfila como el colofón que todo lector busca en una historia de estas características.

viernes, 20 de noviembre de 2015

Assur

"A furare normannorun libera nos Domine"

Francisco Narla es un escritor y comandante de línea aérea nacido en Lugo y Assur es el título de su tercera novela, publicada a mediados de 2012, donde nos sumerge en la Europa medieval del siglo X, plagada de pueblos y reinos que pugnan por destruirse unos a otros bajo unas creencias muy diferentes pero en nombre de un deseo tremendamente común: la codicia.



El verano del año 968 está llegando a su fin cuando una mañana, en Outeiro, uno de los asentamientos surgidos durante la Reconquista en las proximidades del río Ulla, Assur y su lobo Furco tratan de mantener el silencio perfecto para que piquen los peces y así poder llevar a su casa algo fresco que comer. Sin embargo, esta tranquilidad no dura mucho, ya que aparece Ilduara, su hermana pequeña, con el cometido de lavar la ropa en el río. Al poco tiempo se dan cuenta de que algo está pasando en el pueblo, inmensas nubes de humo salen de detrás de los árboles y los niños, asustados, comprueban que Outeiro ha sido atacado por los normandos, hombres enormes y fieros bajo cuya amenaza, hasta ahora invisible, llevan años viviendo.

En vista de que no pueden quedarse en el pueblo y de que no hay esperanzas de encontrar al resto de su familia, Assur decide acudir a Ludeiro, un pueblo cercano para comprobar si ha podido librarse del feroz ataque normando. A partir de este momento, los acontecimientos se suceden de manera vertiginosa, Assur no es consciente del paso del tiempo ni de su propio cansancio, comprueba que Ludeiro también ha sido masacrado y descubre que su hermana, a la que dejó en una pequeña cueva para protegerla hasta su regreso, ha desaparecido.

Desolado, llora sin consuelo hasta que se queda completamente dormido. Por la mañana escucha ruidos y se encuentra con Gutier, el infanzón leonés del conde Gonzalo Sánchez, que viaja a tierras gallegas para cumplir una importante misión: comprobar los rumores acerca de la muerte del obispo Sisnando y obtener toda la información posible acerca de los ataques normandos. Una vez recabada la información, y enternecido por la difícil situación de Assur, Gutier decide hacerse cargo del joven y llevarlo al castillo del conde, donde se convertirá en su mentor.

Durante los años siguientes y bajo la tutela de Gutier, la vida de Assur se desenvuelve en un ambiente de aprendizaje promovido por el apoyo de otros dos personajes fundamentales: Weland, un normando que lleva años viviendo como mercenario a las órdenes del conde, y Jesse ben Benjamin, el médico judío del castillo que comparte toda su sabiduría con el protagonista, un aprendizaje que le será imprescindible para vengar la muerte de su familia y reencontrase con sus hermanos. Pero será la batalla en el estrecho de Adóbrica la que suponga el comienzo de la aventura que le espera a Assur en los años siguientes: será apresado y llevado a las frías tierras del norte, de donde se escapará y sobrevivirá como ballenero estacional hasta que conseguirá enrolarse en el barco de Leif Eirikson, hijo del temido Eirik el Rojo, fundador de las colonias de Groenlad.




Atraídos por la enorme riqueza de Compostela (Jacobsland en las sagas nórdicas), erigida en la edad media como símbolo de la Cristiandad, entre los siglos IX y XII los vikingos asolaron parte del reino de Galicia. El significado más aceptado del vocablo "vikingo" es el que los describe como un pueblo que, a través de expediciones marítimas, saquea tierras lejanas. Pero antiguamente, tal y como ocurre en el libro, se les conocía como "normandos" en un intento por incluirlos dentro de un grupo racial: los hombres del norte, ya que provenían de lo que hoy en día es Dinamarca, Suecia, Noruega, Islandia y Groenlandia. En este sentido, el término puede resultar algo confuso, sobre todo si se tiene en cuenta que también se utiliza y se utilizó en su momento para referirse a los habitantes de Normandía.





A lo largo de la historia, el autor va desgranando minuciosamente gran multitud de personajes, cada uno de ellos con un protagonismo crucial en las distintas etapas por las que pasa Assur. Se reparten en dos grupos.

Por un lado, están los personajes ficticios que, junto con Assur y los ya mencionados Gutier, Weland, Jesse ben Benjamin e Ilduara, se encuentra Thyre. Los cinco representan diferentes mundos que convergen en una misma trama pero desde escenarios casi opuestos y que ayudan a Assur a madurar en diferentes aspectos: el típico caballero medieval para el que valores como el coraje y la honestidad son lo más importante, el prototipo de bárbaro normando que impone con su sola presencia y que instruye a Assur en los placeres de la vida, el médico judío a quien se le encarga la formación intelectual del muchacho, la hermana desaparecida que enciende el motor de la venganza en el protagonista y, ¿qué decir de Thyre?, no hay historia que se precie sin un amor de esos que vuelven el corazón del revés.

El otro grupo lo conforman personajes históricos que han sido tomados prestados directamente de las escrituras nórdicas y de la historia del propio reino de Galicia. Así, tienen especial relevancia guerreros escandinavos como Eirik el Rojo quien, aprovechando el exilio al que fue obligado expandió los territorios vikingos más allá de Islandia, su hijo Leif Eirikson, un joven que precedido por la fama de su padre va en busca de lo desconocido, Olav I de Noruega, el monarca que intentó extender la doctrina cristiana por las tierras del norte, Ramiro III, que fue proclamado rey con tan sólo cinco años, o el obispo Sisnando, hombre de fuerte carácter que luchó fervientemente para defender la costa gallega de los ataques normandos.




A grandes rasgos, son los del primer grupo los que llevan el peso de la historia, siendo los segundos los que enmarcan la trama en un contexto específico, una Europa medieval caracterizada por las conquistas y reconquistas, invasiones y sabotajes.


La novela está estructurada en tres libros dedicados a las tres grandes etapas de las que se compone la historia de Assur. A su vez, cada libro está dividido en varios capítulos escritos en tercera persona donde se ofrece una visión completa de cada personaje y cada situación; el autor pone al lector en una situación en la que es capaz de entrar en la mente de cada uno y ser partícipe de sus pensamientos, lo que dota al argumento de mayor riqueza. Además, el hecho de que los capítulos no sean extensos evita, por un lado, que las múltiples descripciones puedan resultar tediosas, y por otro, perder el hilo de las historias que transcurren en paralelo.

En su novela, como ya ocurría en Los lobos del centeno, Francisco Narla busca la manera de hacer un guiño a su propia tierra (que es también la mía). En este caso, la alusión es total por tratarse de uno de los escenarios principales en los que se desarrolla la trama, de manera que aparecen nombrados lugares como Lugo, Chantada o Palas de Rei.

Especial me parece la referencia que se hace al descubrimiento de Vinland, la actual Terranova, por parte de Leif Eirikson a finales del siglo X, algo que aparece descrito en las sagas nórdicas y que se ha venido estudiando en los últimos años. Esta región aparece dibujada en el Mapa de Vinland, un mapamundi supuestamente del siglo XV cuyas sospechas de falsedad son cada vez más crecientes.



A pesar de la poca información que ha quedado de las incursiones vikingas en tierras gallegas, que se reduce básicamente a las crónicas de los reinos cristianos y a las "literarias" sagas nórdicas, en Galicia son varias las celebraciones y yacimientos relacionados con esta época: pueden destacarse la Romería Vikinga que se celebra en Catoira (Pontevedra) el primer domingo del mes de agosto para conmemorar la resistencia a los ataques normandos de hace mil años, o el yacimiento de Os Moutillós en O Vicedo (Lugo), un enclave parece que de características similares a las fortificaciones normandas del norte de Europa.




Finalmente, y como ayuda al lector, el libro cuenta con un interesante apéndice con notas y referencias que enmarcan aún más si cabe la historia de Assur. En él queda claro que los acontecimientos históricos relatados son verdaderos pero no así las fechas, ya que algunas se han adelantado o retrasado intencionalmente para tratar de ser coherentes con la biografía del protagonista. Aún así, se echa en falta un glosario con la traducción de algunos de los términos nórdicos que aparecen citados, que no son pocos.

sábado, 25 de abril de 2015

Las tres bodas de Manolita

"En los buenos tiempos, las chicas se casan por amor. En los malos, no siempre pueden elegir"

Entre 1872 y 1912, Benito Pérez Galdós compuso una de las colecciones más famosas de novela realista del siglo XIX: los Episodios Nacionales, 46 novelas históricas que desgranan los entresijos de la sociedad española entre 1805 y 1880.






Casi un siglo después de la publicación del último tomo, llegaría a las librerías Inés y la alegría, el primer título de otra colección con la que Almudena Grandes pretende homenajear a quien ha sido considerado el único novelista español capaz de medirse con Cervantes. Episodios de una guerra interminable son los "otros" episodios nacionales, seis novelas que recorren la evolución de una España devastada tras la Guerra Civil que intenta recomponerse como puede bajo el yugo de la Dictadura.




Tras Inés y la alegría, se publicaría en 2012 El lector de Julio Verne y dos años después Las tres bodas de Manolita, a la que presumiblemente seguirán Los pacientes del doctor García, La madre de Frankenstein y Mariano en el Bidasoa.




Manolita Perales García es una adolescente que, en plena Guerra Civil, trata de sobrevivir junto a su familia en la frágil Madrid a punto de ser tomada por los nacionales. Años atrás, siendo pequeña, había llegado a la capital huyendo de la miseria del campo y ahora, con catorce años, empieza a ser consciente del mundo que se desarrolla a su alrededor, un mundo marcado por la fundación de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), por la actividad clandestina de la CNT y por conspiraciones y tapaderas comunistas que hacen la vida aún más complicada a quienes se resisten a vivir oprimidos.






Es precisamente esta atmósfera de clandestinidad donde se fragua el verdadero protagonismo de Manolita, un contexto tan ajeno y peligroso que consciente y deliberadamente ha decidido mantenerse al margen. Pero un día, esa línea que separa lo oculto de lo "nacionalmente" correcto se rompe por motivo de unas multicopistas de contrabando cuyas instrucciones parecen ser indescifrables. Esas máquinas inservibles, lejos de ser mera chatarra, pueden significar la vida de su hermano Antonio, por lo que el tesón que la había acompañado hasta ese momento se diluye y Manolita se lanza de cabeza a un mundo donde todos son sospechosos, donde de las miserias se inventan alegrías y donde lo que menos se espera puede convertirse en realidad.

Relatado en base a dos grandes partes denominadas "Un principio" y "Un final", la novela consta de una estructura muy simple. Se trata de una narración coral construida a base de historias que dan lugar a recuerdos de los que emergen nuevas historias que acaban dando sentido a las narraciones iniciales formando círculos que representan épocas y protagonistas con un hilo conductor común. Aunque la historia comienza en los años de posguerra, la primera parte se muestra como una retrospectiva de la vida de los protagonistas y de cómo han llegado a la situación actual. Este protagonismo está tremendamente repartido, la cantidad de personajes es tal que el lector puede sumergirse constantemente en vidas nuevas, escritas desde diferentes puntos de vista, de aquéllos que sobreviven como pueden a la dureza de la posguerra y de quienes sucumben ante la perspectiva de una protección no del todo real. En este sentido, parece que lo único que convierte a Manolita en la verdadera protagonista es el título y el relato de su historia en primera persona.




De todos los personajes, no puede decirse que ninguno sea plano, pero lo que sí es evidente es la diferencia en el tratamiento entre unos y otros. Todos viven una misma época de miedo e indefensión, unos incluso arriesgando su vida, pero mientras en los personajes de Toñito, Eladia o la Palmera se trata de enmascarar el sufrimiento aludiendo a capítulos llenos de amor, complicidad o esperanza (a pesar de estar todo tintado por un velo de tristeza), el personaje de Manolita es el peor tratado: en ella no parece haber esperanza, no destila odio pero tampoco ilusión, se debe a las circunstancias y muchas veces se ve obligada a actuar de una manera determinada por salvarle la vida a los demás. Afortunadamente, con el paso de las páginas, la pluma de Almudena Grandes provoca que salga la verdadera luchadora, alguien que cree que la felicidad aún se esconde en algún lugar.

Toñito es un joven guapo, con don de gentes y con mucho éxito entre las mujeres (y los hombres), algo que la autora emplea como excusa para encarnar el egoísmo propio de un Donjuan. La mala situación familiar no parece hacer mella en él, de hecho no parece siquiera que se preocupe lo más mínimo de sus cinco hermanos pequeños. Bastante tiene con esconderse.

Pero son otras dos figuras las responsables de la riqueza de este personaje. Eladia Torres encarna la humillación y la explotación, pero también la superación y un amor tan puro que es capaz de arriesgarse a las peores consecuencias con tal de asegurar el bienestar de Antonio. Por su parte, con Paco Román (la Palmera) asistimos al retrato amargo del homosexual condenado a esconderse o arriesgarse a ser señalado y perseguido por no comulgar con los cánones morales de una época de represión y oscurantismo.

Al relato de estos personajes, se suma en la segunda parte el de Isabel que, con apenas catorce años, tiene que abandonar su vida por ir a un internado acompañada de su hermana pequeña. En este personaje encontramos el punto de vista de la infancia, el retrato de la pobreza y la miseria desde los ojos de quien no entiende por qué sus mayores hacen lo que hacen o por qué parecen haber perdido la esperanza. Poco a poco va dándose cuenta de lo duro de su situación, embriagada por una soledad que la vuelve dura e insensible, pero capaz de reconocer los sacrificios de aquéllos a quienes más quiere.

Finalmente, otro de los personajes secundarios con mayor relevancia es Silverio Aguado, el único camarada capaz de descifrar las instrucciones de las multicopistas, lo que permitiría imprimir panfletos con propaganda comunista. El problema es que Silverio está en la cárcel de Porlier, por lo que Manolita debe urdir un plan para poder pasarle las instrucciones y que él las desvele evitando cualquier tipo de sospecha por parte de los carceleros.





Un aspecto muy interesante que puede apreciarse ya desde el comienzo de la narración es la forma en que se describe cómo en los años de guerra civil y de durísima posguerra en la capital conviven dos mundos: el mundo exterior, empobrecido, gris y cetrino que busca pasar desapercibido en un escenario de extrema pobreza, y el mundo interior donde cada personaje, cada familia vive su realidad de manera escondida; los ricos aparentan seguir siéndolo mientras clandestinamente se ven obligados a vender sus más preciadas pertenencias. En definitiva, todos se valen de pequeños subterfugios que no son más que la única válvula de escape a sus emociones, con el fin de tener la oportunidad de seguir sintiéndose vivos.

El final, a pesar de ser predecible, consigue que quien lo lee se enganche hasta la última palabra de la nota de la autora. Se trata de una historia plagada de referencias a personajes reales que han sido de gran importancia para la escritora; tal es el caso de la propia Manolita, una vida basada en la existencia de Isabel Perales, una mujer que vivió en primera persona la injusticia de tener que redimir la condena de su madre encarcelada. Otros muchos son invenciones basadas en experiencias reales. Por tanto, no deja de ser una ficción sin ficción, un retrato de la España más profunda, de la crudeza de una época que se llevó no sólo la vida de muchos, sino también la dignidad de los vivos. Es un retrato de la II República, de sus éxitos y fracasos, de lo que su desplome ocasionó en gran parte de la población cuando se dio paso a la consabida "una, grande y libre" en pos de una existencia autocrática, acomplejada y ninguneada.



martes, 17 de marzo de 2015

Los últimos días de nuestros padres

La vida, señor, la vida es sin duda la mayor catástrofe que se haya concebido”

Tras el éxito cosechado con La verdad sobre el caso Harry Quebert, Joël Dicker nos deleita ahora con una novela histórica ambientada en la II Guerra Mundial: Los últimos días de nuestros padres que, a pesar de haber sido publicada más tarde, es la verdadera primera novela del jovencísimo escritor suizo. Entre sus diversos reconocimientos, hay que destacar el Premio de los Escritores Ginebrinos, con el que fue galardonado en 2010.






Paul-Emile, Palo, es un joven francés que un día de 1940 es reclutado por el ejército británico para formar parte del SOE (Special Operation Executive), ideado por el primer ministro Winston Churchill con el objetivo de reclutar y entrenar a extranjeros de la Europa ocupada por la Alemania nazi con el fin de trabajar como agentes secretos contra las Potencias del Eje. Casi sin darse cuenta, Palo se encuentra en un lugar inhóspito, frío y húmedo rodeado de personas a las que no conoce, personas que, a partir de ese momento, marcarán el devenir de su vida.






La novela se divide en cuatro partes donde el protagonismo de unos y otros hace que vayamos conociendo el interior de los personajes de manera escalonada. En un primer momento, Dicker nos sumerge en el reclutamiento y entrenamiento de los futuros agentes secretos del SOE, empezando por un retrato rico y fino de Palo. Poco a poco, la estructura de la novela se va llenando de nuevos personajes que enriquecen la narración y que no se limitan a una visión unilateral de la guerra.

Pasan los días y, bajo las agotadoras jornadas de entrenamiento, no hay sólo tiempo para el ejercicio mental y físico, sino también para el amor, una válvula de escape que hace los días menos insoportables. Podría decirse que en ese sentido, Laura le salva la vida.

Es durante esos días de entrenamiento cuando el título de la novela cobra un especial sentido. En medio de un clima de tensión y evaluación constante son pocos los momentos en los que se puede reflexionar con claridad sobre uno mismo y sobre la situación en la que se encuentran, pero pronto se dan cuenta de que están inmersos en algo más grande de lo que hubieran podido imaginar y que, tal vez, no vuelvan a ver a su familia.








A medida que avanzan los capítulos, Dicker va dejando preguntas en el aire a las que el propio discurrir de los acontecimientos va dando respuesta, cerrando así el círculo de la historia. Tanto es así que hacia la mitad de la narración se introduce un testimonio esencial para dotar de tridimensionalidad a la narración: Kunszer es un oficial alemán cuya misión es descubrir quién forma parte del SOE.

Destacan los pequeños detalles que añaden a las relaciones personales un plus de humanidad, como es la puerta siempre abierta de la casa de Palo, no sea que vuelva y no pueda entrar. Este matiz funciona como un recurso tremendamente simbólico que hila, a modo de historia paralela, la multitud de pequeños apuntes que se entremezclan con fotografías de la vida del padre de Palo durante su ausencia.

La novela está llena de un simbolismo mágico que pretende elevar la condición humana. Hay una alusión constante a los Hombres, se supone que son los soldados que intentan defender a su país, aunque me inclino a pensar que se trata de un término bastante más abierto y ambiguo carente de todo significado bélico. Estos Hombres pueden representar la lealtad, la honestidad y la valentía incluso en momentos en los que la supervivencia está por encima de todo. Se trata de un retrato crudo de la humanidad en tiempos de guerra, de la soledad que invade los corazones de quienes no saben en quién confiar, del miedo constante a vivir al límite y siempre en peligro. Es un retrato de quien quiere protegerse haciéndose prácticamente invisible a fuerza de callarse y no sublevarse.






El ritmo de la narración es tremendamente ágil, sobre todo en los momentos de mayor tensión, cuando se produce un sabotaje o un atentado. La fórmula empleada para mostrar los diferentes puntos de vista en los distintos escenarios estratégicos a base de pequeños párrafos que enseguida cambian de perspectiva hace que vayan apareciendo ante nosotros las imágenes tal y como lo harían en una película; podría decirse que hasta resulta fácil conformar los planos de la acción.

Para finalizar, me gustaría hacer un apunte acerca de un episodio que se relata muy al principio de la novela. Gordo, uno de los personajes más carismáticos, se gana la confianza de un zorro y le da nombre, lo que hace que los demás piensen que lo domestica...¿a qué famosísimo libro os recuerda eso?



miércoles, 28 de enero de 2015

La sangre de los inocentes

Soy espía y tengo miedo”

Publicada en 2007, La sangre de los inocentes es la tercera novela de la escritora y periodista Julia Navarro, quien nos sumerge en el complejo mundo del fundamentalismo religioso, algo que desgraciadamente en las últimas semanas ha estado de rabiosa actualidad.






A mediados del siglo XIII, Fray Julián, un fraile dominico notario de la Inquisición, se debate entre la vida y la muerte en una pequeña tienda dispuesta dentro del campamento levantado por el senescal Hugues des Arcis (en connivencia con el obispo de Albi) con el objetivo de sitiar el castillo de Montsègur, donde resisten los cátaros. El mal que le aqueja poco tiene que ver con nada físico, su dolor está en el alma por verse partícipe de una injusticia: los cátaros son considerados unos herejes a los que hay que castigar y él, como notario de la Inquisición, juega un papel fundamental en los juicios contra sus almas. Un marcado sentimiento de culpa le ha llevado a hacerse espía de los bons homes o Buenos Cristianos (perfectos y credentes cátaros) entre quienes están miembros de su propia familia. Pero a pesar de la situación, tiene una misión encomendada: relatar con pelos y señales todo lo que pasó en el asedio y posterior rendición del castillo de Montsègur y hacer que llegue a manos de la esposa de Bertran d´Amis. Esa petición viene de parte de doña María, la mujer de su padre, una perfecta que decidió abandonar a su familia para dedicarse en cuerpo y alma a su fe.






Siglos más tarde, un día de mayo del año 1938, el profesor Ferdinand Arnaud es llamado para autentificar unos rollos de pergamino que contaban los detalles del asedio al castillo de Montsègur, presumiblemente redactado por un tal Fray Julián. Estos rollos llevaban siglos en la familia de Etienne Marie de la Pallisière, vigésimo segundo conde d´Amis, un personaje peculiar que comulga con las ideas de la época de la existencia actual de los cátaros y de la instauración de un “País Cátaro”.

En la actualidad, Raimond de la Pallisière es quien ha recogido el testigo de las excentricidades de su padre, está convencido de que es necesaria la instauración de un estado cátaro y, no sólo eso, sino que además se considera el abanderado de la rebelión que un día castigará a la todopoderosa Iglesia Católica.




Por su parte, Mohamed es un descendiente de musulmanes granadinos que se ha unido a la célula terrorista El Círculo, que comete atentados en nombre del Corán. Tras huir de la policía en Alemania, se ve obligado a volver a Granada, donde formará parte de un pequeño grupo que actúa a las órdenes de El Círculo.

La sangre de los inocentes es una historia contada a tres tiempos y en tres escenarios, una historia donde los personajes narran su propia intrahistoria de manera independiente pero con un hilo conductor muy claro que los acerca y los separa con el devenir de los acontecimientos: una fe convertida en fundamentalismo donde el único sentimiento que impera es el odio y una sed de venganza cuyos argumentos escapan a la lógica más absoluta. Este radicalismo está representado por tres lugares con una gran carga religiosa y simbólica: el palacio de Topkapi (Turquía), Santo Toribio de Liébana (España) y la basílica de la Santa Cruz de Jerusalén (Roma).








En definitiva, se trata de una red tejida por una gran cantidad de personajes secundarios que aparecen y desaparecen dotando de gran riqueza a la narración; tal es el caso de Milan Karakoz, un traficante de armas que actúa como punto de unión entre Oriente y Occidente, al que se le da un papel importante aún sin ser descrito y sin participar prácticamente en el libro.

Además, son muchas las alusiones que se hacen a lo largo de la narración a enfrentamientos entre religiones, etnias, grupos que comparten un territorio; un sentimiento que se escapa a la evolución del mundo, a los avances de la sociedad, a los ideales y valores que se supone deben imperar en el mundo contemporáneo. Es característica la alusión a la guerra entre serbios, bosnios y croatas acaecida en los no tan lejanos años 90 y a cómo tuvo lugar una verdadera limpieza étnica de musulmanes. Aún así, y teniendo en cuenta que todas estas alusiones lo que buscan es crear un escenario lo más claro posible para que el lector esté al corriente del contexto histórico más próximo a la trama, echo de menos que la autora entre más en profundidad en algunos temas. Da la sensación de que al principio el Catarismo tiene mucha fuerza, pero poco a poco se va diluyendo de modo que tan sólo nos quedamos con hechos aislados que en definitiva nos privan de una visión global. Lo mismo ocurre con el conflicto entre Oriente y Occidente, sólo se queda con lo superficial de la yihad mientras se nos presentan muyahidines demasiado planos para el papel que desempeñan.




Para terminar, hay dos cosas que me resultan interesantes:

En primer lugar, el doble significado del título, ya que de sus páginas se extrae que los “inocentes” no sólo fueron protagonistas en el siglo XIII, sino que lo llevan siendo desde que alguien decidió que en vez de educar en una religión era mejor luchar para imponerla.

Y en segundo lugar, me parece curioso cómo la mayor parte de las obras de Julia Navarro acaban recalando en la II Guerra Mundial con la consiguiente persecución y desplazamiento de miles de judíos a la Tierra Prometida, y en el conflicto palestino-israelí, claro ejemplo del fundamentalismo más radical.

viernes, 19 de diciembre de 2014

Te regalaré el mundo

En la celda del fondo hay un hombre que no sabe que se ha vuelto loco”

Así comienza Te regalaré el mundo, la primera novela de la periodista Marta Fernández, una de las novedades literarias de este 2014 al que tan poco le queda. A lo largo de sus 400 páginas, la autora nos sumerge en un mundo en el que se mezcla el pasado con el presente, la realidad con la ficción, y todo ello envuelto en una atmósfera de sabiduría, curiosidad, tristeza y dolor, mucho dolor.






Estamos en el siglo XVIII y el profesor Rossum lleva seis años encerrado en un manicomio. En su momento fue un científico respetado, incluso la reina María Ana de Austria le había encomendado la educación del heredero al trono de Portugal. No es consciente ni del tiempo que lleva allí ni de dónde está realmente, no es consciente ni de su propia realidad. Tal vez, después de pasar tanto tiempo rodeado de locos se haya vuelto loco él también.




Enviado por João V de Portugal a la corte española para cuidar de que su hija, Bárbara de Braganza, no fuera menospreciada por la madre de su prometido, la férrea Isabel de Farnesio, vive durante años con su esposa Constanza, una talentosa soprano y su hija Celeste, hasta que ésta muere por un problema de corazón incurable. Es tal el dolor que siente Héctor Rossum tras la muerte de su hija que toma la decisión de convertirse en una especie de dios con la capacidad de crear un mundo nuevo donde la esencia de su pequeña no desaparezca por completo. Quizás así pueda sobrellevar tanto dolor.






Pero ésta no es una historia real, es la novela de Leo Brock, un joven periodista que trabaja en la sección de cultura de la revista El Globo. Trabaja bajo las órdenes de Arnau, a quien considera su mentor, su guía y ese padre que nunca tuvo.

Esto hace que nos encontremos ante una novela magistralmente dividida en dos, una historia con su propia intrahistoria donde los personajes se complementan a la perfección. Mientras en la historia actual es Leo el protagonista, el niño abandonado y parece que olvidado por su padre, en su propia novela el protagonista es Rossum, que cumple ese papel de padre que a él le faltó, cerrando así un círculo de “familia perfecta”, supliendo la presencia de un padre por una personalidad y un amor que él mismo puede narrar, puede elegir.

Te regalaré el mundo se presenta como la vida de un escritor en el sentido más estricto. Es de sobra conocido que cuando alguien escribe siempre deja parte de sí mismo en sus palabras, como si cediendo sus sentimientos a un personaje ficticio pudiera decir lo que nunca se atrevió a decir, pudiera mostrarse tal y como es sin miedo a que nadie lo juzgue por sentir o no sentir, por pensar o no hacerlo. Pero en este caso la novela va más allá, no sólo podemos encontrar multitud de referencias de la vida profesional de la autora en el personaje de Leo, sino que es el propio Leo el que dentro de la novela está narrando una historia donde los personajes revelan sus más profundos sentimientos, donde un joven heredero al trono de Portugal convive con la cuasi ausencia de un padre megalómano, una ausencia que sólo el profesor Rossum, con su paciencia y cariño, es capaz de subsanar. Por su parte, Arnau es el Rossum de Leo ante la ausencia de un Fritz más preocupado por la física nuclear que por su propia familia.

Debido a esta estructura basada en un historia donde un personaje escribe otra historia de la que se nos hace partícipes, es evidente que hay un cambio de narrador. Mientras la historia de Leo está contada en primera persona donde tan sólo conocemos sus pensamientos y sentimientos y las acciones observables de los demás personajes, los protagonistas del siglo XVIII nos los presenta un narrador omnisciente capaz de entrar en su mente.

La novela puede considerarse en sí misma, además, una alusión a la profesión de la autora. En ella se desgranan los entresijos de una profesión en ocasiones poco reconocida, como cuando se está empezando, lo que cuesta ver tu nombre escrito bajo el título de un reportaje, etc. Personalmente hay aspectos que la autora toma en consideración que pueden ser fácilmente reconocibles en el mundo actual, concretamente en la televisión actual, donde parece estar de moda que los directores de periódicos salgan exponiendo datos y más datos sobre estafas, engaños y corrupciones poniéndose a sí mismos en evidencia cuando no son capaces de salir de un discurso aprendido y quien sabe si preparado por alguien ajeno.

En el plano más humano, Te regalaré el mundo habla de la pérdida, de la ausencia que sobreviene a la muerte o desaparición de un ser querido, del dolor que produce no volver a alguien a quien se ha querido tanto, a un padre, a un hijo. Muchas veces se dice que el amor mueve montañas, pero el amor amparado en el dolor es aún más poderoso si cabe, por eso cada persona busca su manera de deshacerse de tanto sufrimiento, de tanta nostalgia. En este caso, los protagonistas deciden inventarse un mundo paralelo a su vida real, Leo escribiendo una novela y el protagonista de ésta intentando revivir el alma de su hija.

A lo largo de sus páginas, Marta Fernández nos ofrece una narración muy cuidada, llena de matices y detalles, llena de adjetivos que acompañan perfectamente a los sustantivos, como si las piezas de un puzzle encajasen. Todo esto hace que el ritmo narrativo sea muy ágil, que una frase te lleve a otra con la facilidad de leer un ensayo.

Finalmente, hay dos aspectos que me han parecido curiosos y que, sin tener una relación directa con la narración, le aportan una elegancia y exposición difíciles de conseguir. Por una parte, son características las alusiones casi constantes a figuras culturales, ya sea de la literatura, del cine o del baile como puede ser la conocidísima Alicia de Lewis Carroll, Sally Bowles bailando y cantando con su bombín ladeado o Zsa-Zsa Gabor. Y por otra, la clara alusión que se hace a la prosopagnosia, una enfermedad que la autora ha declarado abiertamente tener y que consiste en la imposibilidad de reconocer las caras, estableciendo así la manera más clara y directa de presentarse ante los lectores.






No me gustaría acabar esta reseña sin decir que, en líneas generales, hay un cierto tinte futurista velado por una caracterización entre los siglos XVIII y XXI que se asocia con las grandes investigaciones científicas que desde hace décadas han querido desarrollar la idea del alma y la vida inmortal. A mi entender, el final no es en absoluto predecible y en él se conjugan todos los sentimientos que han ido aflorando paso a paso en los personajes en una vorágine de palabras y recuerdos que saltan de la historia real a la ficticia con la facilidad de quien se sabe leyendo su propia historia. Se trata de un magnífico final en el que la autora propone una serie de incógnitas acerca de la esencia de nuestro propio ser, de nuestra alma.