“Soy espía y tengo
miedo”
Publicada en 2007, La
sangre de los inocentes es la tercera novela de la escritora y
periodista Julia Navarro, quien nos sumerge en el complejo mundo del
fundamentalismo religioso, algo que desgraciadamente en las últimas
semanas ha estado de rabiosa actualidad.
A mediados del siglo
XIII, Fray Julián, un fraile dominico notario de la Inquisición, se
debate entre la vida y la muerte en una pequeña tienda dispuesta
dentro del campamento levantado por el senescal
Hugues des Arcis (en connivencia con el obispo de Albi) con el
objetivo de sitiar el castillo de Montsègur, donde resisten los
cátaros. El mal que le aqueja poco tiene que ver con nada físico,
su dolor está en el alma por verse partícipe de una injusticia: los
cátaros son considerados unos herejes a los que hay que castigar y
él, como notario de la Inquisición, juega un papel fundamental en
los juicios contra sus almas. Un marcado sentimiento de culpa le ha
llevado a hacerse espía de los bons homes o Buenos Cristianos
(perfectos y credentes cátaros) entre quienes están miembros de su
propia familia. Pero a pesar de la situación, tiene una misión
encomendada: relatar con pelos y señales todo lo que pasó en el
asedio y posterior rendición del castillo de Montsègur y hacer que
llegue a manos de la esposa de Bertran d´Amis. Esa petición viene
de parte de doña María, la mujer de su padre, una perfecta que
decidió abandonar a su familia para dedicarse en cuerpo y alma a su
fe.
Siglos más tarde, un día
de mayo del año 1938, el profesor Ferdinand Arnaud es llamado para
autentificar unos rollos de pergamino que contaban los detalles del
asedio al castillo de Montsègur, presumiblemente redactado por un
tal Fray Julián. Estos rollos llevaban siglos en la familia de
Etienne Marie de la Pallisière, vigésimo segundo conde d´Amis, un
personaje peculiar que comulga con las ideas de la época de la
existencia actual de los cátaros y de la instauración de un “País
Cátaro”.
En la actualidad, Raimond
de la Pallisière es quien ha recogido el testigo de las
excentricidades de su padre, está convencido de que es necesaria la
instauración de un estado cátaro y, no sólo eso, sino que además
se considera el abanderado de la rebelión que un día castigará a
la todopoderosa Iglesia Católica.
Por su parte, Mohamed es
un descendiente de musulmanes granadinos que se ha unido a la célula
terrorista El Círculo, que comete atentados en nombre del Corán.
Tras huir de la policía en Alemania, se ve obligado a volver a
Granada, donde formará parte de un pequeño grupo que actúa a las
órdenes de El Círculo.
La sangre de los
inocentes es una historia contada a tres tiempos y en tres
escenarios, una historia donde los personajes narran su propia
intrahistoria de manera independiente pero con un hilo conductor muy
claro que los acerca y los separa con el devenir de los
acontecimientos: una fe convertida en fundamentalismo donde el único
sentimiento que impera es el odio y una sed de venganza cuyos
argumentos escapan a la lógica más absoluta. Este radicalismo está
representado por tres lugares con una gran carga religiosa y
simbólica: el palacio de Topkapi (Turquía), Santo Toribio de
Liébana (España) y la basílica de la Santa Cruz de Jerusalén
(Roma).
En definitiva, se trata
de una red tejida por una gran cantidad de personajes secundarios que
aparecen y desaparecen dotando de gran riqueza a la narración; tal
es el caso de Milan Karakoz, un traficante de armas que actúa como
punto de unión entre Oriente y Occidente, al que se le da un papel
importante aún sin ser descrito y sin participar prácticamente en
el libro.
Además, son muchas las
alusiones que se hacen a lo largo de la narración a enfrentamientos
entre religiones, etnias, grupos que comparten un territorio; un
sentimiento que se escapa a la evolución del mundo, a los avances de
la sociedad, a los ideales y valores que se supone deben imperar en
el mundo contemporáneo. Es característica la alusión a la guerra
entre serbios, bosnios y croatas acaecida en los no tan lejanos años
90 y a cómo tuvo lugar una verdadera limpieza étnica de musulmanes.
Aún así, y teniendo en cuenta que todas estas alusiones lo que
buscan es crear un escenario lo más claro posible para que el lector
esté al corriente del contexto histórico más próximo a la trama,
echo de menos que la autora entre más en profundidad en algunos
temas. Da la sensación de que al principio el Catarismo tiene mucha
fuerza, pero poco a poco se va diluyendo de modo que tan sólo nos
quedamos con hechos aislados que en definitiva nos privan de una
visión global. Lo mismo ocurre con el conflicto entre Oriente y
Occidente, sólo se queda con lo superficial de la yihad mientras
se nos presentan muyahidines demasiado planos para el papel
que desempeñan.
Para terminar, hay dos
cosas que me resultan interesantes:
En primer lugar, el doble
significado del título, ya que de sus páginas se extrae que los
“inocentes” no sólo fueron protagonistas en el siglo XIII, sino
que lo llevan siendo desde que alguien decidió que en vez de educar
en una religión era mejor luchar para imponerla.
Y en segundo lugar, me
parece curioso cómo la mayor parte de las obras de Julia Navarro
acaban recalando en la II Guerra Mundial con la consiguiente
persecución y desplazamiento de miles de judíos a la Tierra
Prometida, y en el conflicto palestino-israelí, claro ejemplo del
fundamentalismo más radical.
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