Vestido de novia
es el primer thriller de Pierre Lemaitre, obra publicada en su
versión original en 2009 y rescatada de su bibliografía tras el
grandísimo éxito cosechado con Nos vemos allá arriba,
título por el que recibió el premio Goncourt en 2013. Autor de
consagrado éxito en la novela policiaca, Lemaitre nos acerca ahora a
un argumento propio de las mejores novelas negras donde incluso
asistimos a la evolución de personajes con claros tintes
hitchcockianos.
Sophie Duguet es la mujer
más buscada de Francia. Su vida era normal, estaba felizmente casada
y se dedicaba a una profesión de éxito, pero un día se ve obligada
a tomar una importante decisión. A su alrededor ocurren cosas para
las que no tiene explicación, es acusada de robos, de olvidos cada
vez más frecuentes, de conductas propias de quien no está en sus
cabales y, lo más preocupante, de múltiples asesinatos en los que
ni siquiera recuerda haber participado. Su única opción es
desaparecer. Sophie huye y los acontecimientos se suceden sin
descanso. Identidades falsas y un intento por reconstruir su vida
durante los últimos años hacen de la protagonista un maniquí en
las manos de una mente confusa, excitada y asustadiza. No conoce a
nadie, no confía en nadie. Pero deberá empezar por el principio si
quiere entender el final.
Vestido de novia
está dividida en cuatro partes, todas ellas resueltas con
brillantez, con el pulso y el compás justo de quien no quiere perder
el tiempo en detalles que resten velocidad a la trama. En este
sentido, el ritmo de la novela es fresco y ágil, aunque la primera
parte tal vez se alargue en exceso al querer enganchar al lector en
una incertidumbre de la que no saldrá hasta mediado el libro: qué
le puede estar pasando a Sophie para que no recuerde acontecimientos
tan graves es la principal preocupación del lector, que pase por dos
o tres sitios antes de resolver esta duda es secundario.
Los hechos se suceden
apresuradamente, un ritmo que recuerda a los mejores thrillers
cinematográficos donde de manera rápida y abrupta las escenas se
convierten en cambios de plano dramáticos y muy bien medidos. Esto
lo enfatizan las frases cortas, casi telegráficas, que el autor
emplea para enganchar al lector desde la primera letra.
En esta ocasión,
Lemaitre nos adentra en un círculo psicológico con un principio y
un final bien definidos, no tanto por hacer referencia explícita a
trastornos, manías y obsesiones, sino por retratar a la perfección
las miserias y defectos del alma humana. Toda conducta tiene un
propósito, lo difícil es saber hasta dónde se está dispuesto a
llegar, algo peligroso si el que actúa lo hace movido por algún
tipo de debilidad. En este contexto, la condición de "loca"
que se le presupone desde el principio a Sophie es la excusa perfecta
para descontextualizar el espacio y el tiempo; visiones casi irreales
de espacios que más parecen escenarios de un sueño y espacios
temporales eternos donde se suceden los vacíos, los huecos que
suponen las piezas perdidas de un puzzle. En ocasiones hasta parece
que la protagonista vive las cosas alejada de su propio cuerpo,
asiste a su vida como una espectadora presa de la impotencia.
Es cierto que tanta
perfección en los detalles, en las acciones, en los engaños, puede
resultar un tanto irreal. Cada personaje que aparece está
perfectamente medido y se comporta de manera previsible y exitosa; en
definitiva, es un engranaje más donde todo está planeado al
milímetro, una previsibilidad que se extiende hasta el mismo final.
Desde el momento en que se dilucida la trama, el lector sabe lo que
va a pasar, aunque no sabe cuándo ni hasta dónde el autor va a
exprimir la desesperación de la protagonista. Pero esta condición
no estropea en absoluto el resto de la novela, simplemente se perfila
como el colofón que todo lector busca en una historia de estas
características.
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