Publicada
a comienzos de este mismo año, El Paciente es la quinta novela del
periodista y escritor Juan Gómez-Jurado, uno de esos libros que es
imposible dejar de leer una vez el protagonista te engancha en la
primera página, y donde capítulo tras capítulo te ves inmerso en
una carrera contrarreloj llena de sentimientos, emociones y
obstáculos que bullen sin descanso hasta el mismísimo punto y
final.
El
Doctor Evans lleva más de mil ochocientos días en el corredor de la
muerte. Es su largo encierro y la necesidad de explicar las
circunstancias que le han rodeado en los últimos tiempos lo que hace
que comience a analizar las causas y consecuencias de sus actos, todo
lo que le ha llevado hasta ahí, todo lo ocurrido en aquellas 63
horas previas a uno de los momentos más importantes de su vida.
David
trabaja como neurocirujano en el hospital Saint Claire de Washington,
es viudo y hace gran cantidad de horas extra para poder hacer frente
a todos sus gastos y cuidar de su única hija, Julia. Una noche, tras
haberle salvado la vida a un joven en una operación a vida o muerte
vuelve a su casa y descubre que tanto Julia como su niñera no están,
han desaparecido. A partir de este momento tiene lugar una frenética
búsqueda en la que hasta la propia familia es sospechosa, pero son
varios mensajes de texto los que finalmente le llevan ante un hombre
que le pide como rescate algo totalmente inaceptable para un
cirujano, algo que violaría por completo su código deontológico:
si quiere volver a ver a su hija, su próximo paciente deberá morir
en la mesa de operaciones. Si tal proposición supera ya de por sí
los límites morales de cualquier profesional, la magnitud del
encargo adquiere sus mayores proporciones cuando se descubre quién
es el paciente: ni más ni menos que el presidente de Estados Unidos.
La
historia está narrada en orden decreciente según las horas que
faltan para la fatal operación y en ella vemos, a modo de pequeños
saltos en el tiempo perfectamente hilados y comprensibles, los
momentos clave que marcan los pensamientos del protagonista a medida
que los acontecimientos se van sucediendo: su mujer, su hija, su vida
juntos, las dudas y preocupaciones cuando se le encomienda la
importante tarea de salvarle la vida al Presidente y como esa misión
es la que se le vuelve en contra cuando es la vida de su hija la que
está en peligro.
Son
estos mismos acontecimientos los que hacen que lo que en un principio
parecía una locura se convierta en una obsesión, asegurándose por
todos los medios de ser él quien lleve esa operación a cabo sí o
sí.
Desde
el principio el autor marca un ritmo muy ágil, en ciertos puntos
hasta frenético, lo que invita a seguir leyendo más y más. Esto es
una muestra de cómo el autor traslada a ese ritmo las sensaciones y
preocupaciones del protagonista: Dave busca como loco a su hija,
necesita verla y comprobar que está sana y salva, y para ello no
duda en coger el coche en plena noche y plantarse en casa de sus
suegros a kilómetros de distancia.
La
narración está dividida en tres partes estructuradas a modo de
relatos paralelos que nos introducen a los tres personajes
principales de la trama: David, que busca desesperada e
incansablemente a su hija; Kate, miembro del Servicio Secreto
estadounidense, cuñada de David y tía de la niña; y el señor
White, un manipulador en potencia que somete al protagonista a una
constante y asfixiante vigilancia.
A
pesar de partir de puntos psicológicos muy distanciados, estos tres
personajes tienen algo en común: el halo de incomprensión que les
ha acompañado durante toda su vida. David está marcado por una
infancia de orfandad y maltratos, Kate siente que nunca pudo ganarse
el verdadero afecto de su padre, y el señor White nunca encontró
una respuesta positiva a su gusto por la manipulación de la psique
humana. Esto, junto con el desarrollo de los acontecimientos, hace
que con el pasar de las páginas se vayan acercando de tal manera que
incluso lleguen a necesitarse los unos a los otros para conseguir
objetivos diametralmente opuestos.
El
Paciente nos habla de las reacciones del ser humano ante un ataque a
su intimidad y lo que más quiere, de cómo el protagonista se
encuentra de repente moralmente desnudo ante un desconocido que le
chantajea con su propia vida, de cómo se siente cualquier ser humano
cuando ve su intimidad invadida por completo, de cómo sus emociones
son marionetas en manos de otros. Fluyen constantemente sentimientos
de miedo, desesperanza, odio y egoísmo provocados por los más
oscuros intereses, lo que deja patente la enorme capacidad del ser
humano para resistir ante situaciones de máximo dolor y sufrimiento
a través de mecanismos de defensa de los que ni él mismo es
consciente.
Vivimos
en una sociedad en la que ni siquiera necesitamos que nos expliquen
por qué alguien quiere asesinar al presidente más poderoso del
mundo, quizá creamos que va implícito en el cargo. Tal vez sea ese
el motivo por el que el autor no le da ni el más mínimo
protagonismo a esta cuestión, cuando está en juego la vida de un
hijo, cualquier otra, hasta la propia, deja de valer lo que hace unas
horas. El dolor y el miedo nos vuelven insensibles, insensibles ante
el poder, ante la riqueza y ante el peligro.
Jane
Austen escribió una vez: “Una novela debería mostrar al mundo
tal y como es. Cómo piensan los personajes, cómo suceden los
hechos...Una novela debería de algún modo revelar el origen de
nuestros actos”. Y eso es precisamente lo que Juan Gómez
Jurado ha conseguido con El Paciente.
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