lunes, 9 de diciembre de 2013

Los asesinos del emperador

Los asesinos del emperador es el primer libro de la segunda trilogía de Santiago Posteguillo (La trilogía de Escipión) y en él se relata el ascenso, tras el ocaso de la dinastía Flavia a finales del siglo I d.C., de Trajano como primer emperador nacido fuera de Roma.




En este primer libro el verdadero protagonista no es otro más que Tito Flavio Domiciano, quizá uno de los emperadores más odiados de toda Roma. Cruel, altivo, egoísta y megalómano, Domiciano había convertido Roma en el escenario perfecto para sus caprichos, se hacía llamar Dominus et Deus (Señor y Dios) y la vida de todo habitante del Imperio pendía de un finísimo hilo.

El relato comienza en el año 96 d.C. en la Domus Flavia en el momento en el que se intenta asesinar al emperador. Inmediatamente un flashback nos sitúa en los años finales del imperio de Nerón y los fugaces Galba, Otón y Vitelio hasta que finalmente se instaura la dinastía Flavia encabezada por el emperador Vespasiano. Tras la muerte de su padre, Tito se convierte en emperador, pero dos años después Domiciano toma el relevo y con el tiempo se convierte en el imperio del pánico, un terror del que nadie está a salvo, ni siquiera su propia familia.




Esta época está enmarcada en los constantes problemas fronterizos con galos, germanos y dacios, y el despuntar de los cristianos, que viven con Domiciano una de las mayores represiones de su historia. Aún así, el emperador parece más interesado en descubrir el origen de la conjura que planea matarlo, tanto que llega a convertirse en su gran obsesión.

La estructura narrativa del libro es muy parecida a la que veíamos en la Trilogía de Escipión, un primer libro en el que el protagonismo se reparte entre antecesor y sucesor, capítulos cortos en los que se entrecruzan varias historias paralelas y batallas narradas con todo detalle apoyadas por los mapas, dibujos y esquemas de los anexos finales.

El parecido es tal que incluso el autor peca de lo mismo que en los libros anteriores. Las personalidades de los protagonistas parecen no tener un término medio, Domiciano reúne todo lo malo y a medida que avanzan las páginas el lector tiene más ganas de que alguien lo mate de una vez, mientras Trajano es descrito como el mejor general, personalmente cauteloso, responsable, generoso y justo, en definitiva, el símbolo de la perfección.

Sí es verdad que a pesar del aura de maldad que rodea al emperador, durante el relato se hace una breve alusión a unos primeros años de mandato en el que tuvo una gran popularidad por castigar a los corruptos y por liderar la reconstrucción de la ciudad tras el devastador incendio ocurrido en época de Tito. En el número de este mes de la revista National Geographic Historia hay un reportaje, escrito por el propio Posteguillo, que hace referencia a esta evolución en la actitud del emperador (interesante lectura).

Centrándome en el resto de aspectos que adornan la novela, he de decir que me resultó muy interesante la descripción que se hace de la construcción del gran anfiteatro Flavio que comenzó en época de Vespasiano pero que alcanzó su máximo esplendor durante el mandato de Domiciano, cuando se construyó el añadido del piso más alto. En este sentido, la novela también supone un acercamiento a los pavorosos espectáculos ofrecidos al pueblo cuya crueldad aumentaba irremediablemente. Con respecto a esto es interesante la figura del bestiarius, un ser del inframundo que vive en las entrañas del anfiteatro rodeado de animales salvajes y desprovisto de toda humanidad y el protagonismo de Marcio y Alana, que día tras día intentan no morir en la arena para ganar así su libertad.






De la segunda parte, Circo Máximo, la reseña está ya en el horno :)

No hay comentarios:

Publicar un comentario