miércoles, 28 de enero de 2015

La sangre de los inocentes

Soy espía y tengo miedo”

Publicada en 2007, La sangre de los inocentes es la tercera novela de la escritora y periodista Julia Navarro, quien nos sumerge en el complejo mundo del fundamentalismo religioso, algo que desgraciadamente en las últimas semanas ha estado de rabiosa actualidad.






A mediados del siglo XIII, Fray Julián, un fraile dominico notario de la Inquisición, se debate entre la vida y la muerte en una pequeña tienda dispuesta dentro del campamento levantado por el senescal Hugues des Arcis (en connivencia con el obispo de Albi) con el objetivo de sitiar el castillo de Montsègur, donde resisten los cátaros. El mal que le aqueja poco tiene que ver con nada físico, su dolor está en el alma por verse partícipe de una injusticia: los cátaros son considerados unos herejes a los que hay que castigar y él, como notario de la Inquisición, juega un papel fundamental en los juicios contra sus almas. Un marcado sentimiento de culpa le ha llevado a hacerse espía de los bons homes o Buenos Cristianos (perfectos y credentes cátaros) entre quienes están miembros de su propia familia. Pero a pesar de la situación, tiene una misión encomendada: relatar con pelos y señales todo lo que pasó en el asedio y posterior rendición del castillo de Montsègur y hacer que llegue a manos de la esposa de Bertran d´Amis. Esa petición viene de parte de doña María, la mujer de su padre, una perfecta que decidió abandonar a su familia para dedicarse en cuerpo y alma a su fe.






Siglos más tarde, un día de mayo del año 1938, el profesor Ferdinand Arnaud es llamado para autentificar unos rollos de pergamino que contaban los detalles del asedio al castillo de Montsègur, presumiblemente redactado por un tal Fray Julián. Estos rollos llevaban siglos en la familia de Etienne Marie de la Pallisière, vigésimo segundo conde d´Amis, un personaje peculiar que comulga con las ideas de la época de la existencia actual de los cátaros y de la instauración de un “País Cátaro”.

En la actualidad, Raimond de la Pallisière es quien ha recogido el testigo de las excentricidades de su padre, está convencido de que es necesaria la instauración de un estado cátaro y, no sólo eso, sino que además se considera el abanderado de la rebelión que un día castigará a la todopoderosa Iglesia Católica.




Por su parte, Mohamed es un descendiente de musulmanes granadinos que se ha unido a la célula terrorista El Círculo, que comete atentados en nombre del Corán. Tras huir de la policía en Alemania, se ve obligado a volver a Granada, donde formará parte de un pequeño grupo que actúa a las órdenes de El Círculo.

La sangre de los inocentes es una historia contada a tres tiempos y en tres escenarios, una historia donde los personajes narran su propia intrahistoria de manera independiente pero con un hilo conductor muy claro que los acerca y los separa con el devenir de los acontecimientos: una fe convertida en fundamentalismo donde el único sentimiento que impera es el odio y una sed de venganza cuyos argumentos escapan a la lógica más absoluta. Este radicalismo está representado por tres lugares con una gran carga religiosa y simbólica: el palacio de Topkapi (Turquía), Santo Toribio de Liébana (España) y la basílica de la Santa Cruz de Jerusalén (Roma).








En definitiva, se trata de una red tejida por una gran cantidad de personajes secundarios que aparecen y desaparecen dotando de gran riqueza a la narración; tal es el caso de Milan Karakoz, un traficante de armas que actúa como punto de unión entre Oriente y Occidente, al que se le da un papel importante aún sin ser descrito y sin participar prácticamente en el libro.

Además, son muchas las alusiones que se hacen a lo largo de la narración a enfrentamientos entre religiones, etnias, grupos que comparten un territorio; un sentimiento que se escapa a la evolución del mundo, a los avances de la sociedad, a los ideales y valores que se supone deben imperar en el mundo contemporáneo. Es característica la alusión a la guerra entre serbios, bosnios y croatas acaecida en los no tan lejanos años 90 y a cómo tuvo lugar una verdadera limpieza étnica de musulmanes. Aún así, y teniendo en cuenta que todas estas alusiones lo que buscan es crear un escenario lo más claro posible para que el lector esté al corriente del contexto histórico más próximo a la trama, echo de menos que la autora entre más en profundidad en algunos temas. Da la sensación de que al principio el Catarismo tiene mucha fuerza, pero poco a poco se va diluyendo de modo que tan sólo nos quedamos con hechos aislados que en definitiva nos privan de una visión global. Lo mismo ocurre con el conflicto entre Oriente y Occidente, sólo se queda con lo superficial de la yihad mientras se nos presentan muyahidines demasiado planos para el papel que desempeñan.




Para terminar, hay dos cosas que me resultan interesantes:

En primer lugar, el doble significado del título, ya que de sus páginas se extrae que los “inocentes” no sólo fueron protagonistas en el siglo XIII, sino que lo llevan siendo desde que alguien decidió que en vez de educar en una religión era mejor luchar para imponerla.

Y en segundo lugar, me parece curioso cómo la mayor parte de las obras de Julia Navarro acaban recalando en la II Guerra Mundial con la consiguiente persecución y desplazamiento de miles de judíos a la Tierra Prometida, y en el conflicto palestino-israelí, claro ejemplo del fundamentalismo más radical.

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