sábado, 25 de abril de 2015

Las tres bodas de Manolita

"En los buenos tiempos, las chicas se casan por amor. En los malos, no siempre pueden elegir"

Entre 1872 y 1912, Benito Pérez Galdós compuso una de las colecciones más famosas de novela realista del siglo XIX: los Episodios Nacionales, 46 novelas históricas que desgranan los entresijos de la sociedad española entre 1805 y 1880.






Casi un siglo después de la publicación del último tomo, llegaría a las librerías Inés y la alegría, el primer título de otra colección con la que Almudena Grandes pretende homenajear a quien ha sido considerado el único novelista español capaz de medirse con Cervantes. Episodios de una guerra interminable son los "otros" episodios nacionales, seis novelas que recorren la evolución de una España devastada tras la Guerra Civil que intenta recomponerse como puede bajo el yugo de la Dictadura.




Tras Inés y la alegría, se publicaría en 2012 El lector de Julio Verne y dos años después Las tres bodas de Manolita, a la que presumiblemente seguirán Los pacientes del doctor García, La madre de Frankenstein y Mariano en el Bidasoa.




Manolita Perales García es una adolescente que, en plena Guerra Civil, trata de sobrevivir junto a su familia en la frágil Madrid a punto de ser tomada por los nacionales. Años atrás, siendo pequeña, había llegado a la capital huyendo de la miseria del campo y ahora, con catorce años, empieza a ser consciente del mundo que se desarrolla a su alrededor, un mundo marcado por la fundación de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), por la actividad clandestina de la CNT y por conspiraciones y tapaderas comunistas que hacen la vida aún más complicada a quienes se resisten a vivir oprimidos.






Es precisamente esta atmósfera de clandestinidad donde se fragua el verdadero protagonismo de Manolita, un contexto tan ajeno y peligroso que consciente y deliberadamente ha decidido mantenerse al margen. Pero un día, esa línea que separa lo oculto de lo "nacionalmente" correcto se rompe por motivo de unas multicopistas de contrabando cuyas instrucciones parecen ser indescifrables. Esas máquinas inservibles, lejos de ser mera chatarra, pueden significar la vida de su hermano Antonio, por lo que el tesón que la había acompañado hasta ese momento se diluye y Manolita se lanza de cabeza a un mundo donde todos son sospechosos, donde de las miserias se inventan alegrías y donde lo que menos se espera puede convertirse en realidad.

Relatado en base a dos grandes partes denominadas "Un principio" y "Un final", la novela consta de una estructura muy simple. Se trata de una narración coral construida a base de historias que dan lugar a recuerdos de los que emergen nuevas historias que acaban dando sentido a las narraciones iniciales formando círculos que representan épocas y protagonistas con un hilo conductor común. Aunque la historia comienza en los años de posguerra, la primera parte se muestra como una retrospectiva de la vida de los protagonistas y de cómo han llegado a la situación actual. Este protagonismo está tremendamente repartido, la cantidad de personajes es tal que el lector puede sumergirse constantemente en vidas nuevas, escritas desde diferentes puntos de vista, de aquéllos que sobreviven como pueden a la dureza de la posguerra y de quienes sucumben ante la perspectiva de una protección no del todo real. En este sentido, parece que lo único que convierte a Manolita en la verdadera protagonista es el título y el relato de su historia en primera persona.




De todos los personajes, no puede decirse que ninguno sea plano, pero lo que sí es evidente es la diferencia en el tratamiento entre unos y otros. Todos viven una misma época de miedo e indefensión, unos incluso arriesgando su vida, pero mientras en los personajes de Toñito, Eladia o la Palmera se trata de enmascarar el sufrimiento aludiendo a capítulos llenos de amor, complicidad o esperanza (a pesar de estar todo tintado por un velo de tristeza), el personaje de Manolita es el peor tratado: en ella no parece haber esperanza, no destila odio pero tampoco ilusión, se debe a las circunstancias y muchas veces se ve obligada a actuar de una manera determinada por salvarle la vida a los demás. Afortunadamente, con el paso de las páginas, la pluma de Almudena Grandes provoca que salga la verdadera luchadora, alguien que cree que la felicidad aún se esconde en algún lugar.

Toñito es un joven guapo, con don de gentes y con mucho éxito entre las mujeres (y los hombres), algo que la autora emplea como excusa para encarnar el egoísmo propio de un Donjuan. La mala situación familiar no parece hacer mella en él, de hecho no parece siquiera que se preocupe lo más mínimo de sus cinco hermanos pequeños. Bastante tiene con esconderse.

Pero son otras dos figuras las responsables de la riqueza de este personaje. Eladia Torres encarna la humillación y la explotación, pero también la superación y un amor tan puro que es capaz de arriesgarse a las peores consecuencias con tal de asegurar el bienestar de Antonio. Por su parte, con Paco Román (la Palmera) asistimos al retrato amargo del homosexual condenado a esconderse o arriesgarse a ser señalado y perseguido por no comulgar con los cánones morales de una época de represión y oscurantismo.

Al relato de estos personajes, se suma en la segunda parte el de Isabel que, con apenas catorce años, tiene que abandonar su vida por ir a un internado acompañada de su hermana pequeña. En este personaje encontramos el punto de vista de la infancia, el retrato de la pobreza y la miseria desde los ojos de quien no entiende por qué sus mayores hacen lo que hacen o por qué parecen haber perdido la esperanza. Poco a poco va dándose cuenta de lo duro de su situación, embriagada por una soledad que la vuelve dura e insensible, pero capaz de reconocer los sacrificios de aquéllos a quienes más quiere.

Finalmente, otro de los personajes secundarios con mayor relevancia es Silverio Aguado, el único camarada capaz de descifrar las instrucciones de las multicopistas, lo que permitiría imprimir panfletos con propaganda comunista. El problema es que Silverio está en la cárcel de Porlier, por lo que Manolita debe urdir un plan para poder pasarle las instrucciones y que él las desvele evitando cualquier tipo de sospecha por parte de los carceleros.





Un aspecto muy interesante que puede apreciarse ya desde el comienzo de la narración es la forma en que se describe cómo en los años de guerra civil y de durísima posguerra en la capital conviven dos mundos: el mundo exterior, empobrecido, gris y cetrino que busca pasar desapercibido en un escenario de extrema pobreza, y el mundo interior donde cada personaje, cada familia vive su realidad de manera escondida; los ricos aparentan seguir siéndolo mientras clandestinamente se ven obligados a vender sus más preciadas pertenencias. En definitiva, todos se valen de pequeños subterfugios que no son más que la única válvula de escape a sus emociones, con el fin de tener la oportunidad de seguir sintiéndose vivos.

El final, a pesar de ser predecible, consigue que quien lo lee se enganche hasta la última palabra de la nota de la autora. Se trata de una historia plagada de referencias a personajes reales que han sido de gran importancia para la escritora; tal es el caso de la propia Manolita, una vida basada en la existencia de Isabel Perales, una mujer que vivió en primera persona la injusticia de tener que redimir la condena de su madre encarcelada. Otros muchos son invenciones basadas en experiencias reales. Por tanto, no deja de ser una ficción sin ficción, un retrato de la España más profunda, de la crudeza de una época que se llevó no sólo la vida de muchos, sino también la dignidad de los vivos. Es un retrato de la II República, de sus éxitos y fracasos, de lo que su desplome ocasionó en gran parte de la población cuando se dio paso a la consabida "una, grande y libre" en pos de una existencia autocrática, acomplejada y ninguneada.