domingo, 15 de diciembre de 2013

Chamán

Publicada en 1992, Chamán es la segunda novela de la saga que Noah Gordon dedica a la familia Cole y que comenzó siete siglos atrás con El Médico.




La historia de los Cole se desarrolla en un escenario turbulento en el que se suceden grandes cambios en la sociedad estadounidense de mediados del siglo XIX. Comienza con las luchas de las tribus indígenas por mantener sus tierras y seguir siendo libres, continúa con el debate entre esclavistas y abolicionistas, la consiguiente Guerra de Secesión promovida por los estados del sur e incluso las diferencias entre religiones, que eran muchas teniendo en cuenta el gran porcentaje de inmigrantes con el que contaba Estados Unidos en aquel momento.






A modo de flashback, la historia comienza en 1839, momento en el que Rob J. (Judson) Cole se ve obligado a emigrar desde su Escocia natal a Estados Unidos por motivos políticos. Allí su primer destino es Boston, ciudad en la que comienza su nueva andadura como médico de la mano del cirujano Oliver Wendell Holmes. Pronto empieza a soñar con un nuevo destino, por lo que decide viajar hacia el Oeste e instalarse en Holden´s Crossing, un pequeño pueblo de reciente fundación en el estado de Illinois. Al mismo tiempo que establece un consultorio, movido por la curiosidad comienza su relación con la tribu nativa de los sauk, de quienes descubre que poseen toda una cultura en torno al arte de curar, aunque de una manera ritual y chamánica, lo que en ocasiones provoca ciertos choques culturales y de conocimiento.






A pesar de que la novela comienza con Rob J. (Judson) Cole como protagonista principal, a partir de la tercera parte es evidente un protagonismo compartido con su hijo Rob J. (Jefferson) Cole, conocido como Chamán, quien desde muy pequeño sufre una sordera permanente, lo que en un principio se interpreta como una incapacidad para llevar una vida normal.

Ya desde el principio del libro se aprecian rasgos muy significativos en torno a los personajes principales que recuerdan a ese Rob J. (Jeremy) Cole del siglo XI en cuanto a su afán por aprender, por aliviar el sufrimiento y el dolor físico a sus pacientes. También poseen el mismo don que su ancestro y una marcada habilidad artística (uno más que otro), elementos empleados como recurso para mantener un nexo de unión a pesar de tratarse de lugares, épocas y circunstancias totalmente diferentes.

El hecho de que generación tras generación el médico de la familia se llame Rob J. Cole (donde sólo la jota responde a un nombre diferente) hace pensar en todos los Aurelianos Buendía que protagonizaban Cien años de soledad. Aquí el nombre que empieza por la letra J se obvia durante toda la novela excepto en las presentaciones, quizá en un intento por reunir las cualidades y experiencias de varias vidas a lo largo de los siglos.

Esta segunda parte sigue prácticamente el mismo esquema narrativo que veíamos en la primera, y además por partida doble: un joven aprendiz pasa un tiempo con un hombre experimentado y se encuentra en la situación de tener que marcharse lejos de su casa por diversas razones, entre ellas el seguir aprendiendo para convertirse en uno de los mejores médicos.

Con respecto al resto de personajes, hay dos aspectos que me parece importante resaltar:

En primer lugar, el personaje de Makwa-ikwa es claramente secundario aunque en un principio se le da un protagonismo casi al nivel del de Rob J. (Judson) Cole, algo que se va diluyendo con el paso de las páginas. Resulta una figura interesante por todo lo que su cultura y sus circunstancias conllevan pero llega un momento en el que decae el interés por ella cuando podría habérsele dado un papel más activo.

Por otro lado y al igual que ocurre en todas sus novelas, no puede faltar una pequeña alusión al pueblo judío, en este caso protagonizado por la familia Gieger, un matrimonio que Rob conoce en Boston y que llega a convertirse en parte de su familia.


En definitiva, a pesar de no encontrarse al nivel de su predecesora, recomiendo su lectura aun siendo consciente de que al principio resulta un tanto difícil engancharse debido a la larguísima alusión a la historia de los sauk, hasta cierto punto necesaria para seguir el hilo argumental aunque demasiado extensa como para servir simplemente de telón de fondo.

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