lunes, 11 de noviembre de 2013

Todo lo que cabe en los bolsillos


Nueva York, 2009. Mika, en compañía de su nieto Daniel, se dirige al Museo de Historia Natural cuando de repente su mirada se cruza con un cartel que anuncia la función de un teatro de marionetas: El titiritero de Varsovia. Esas cuatro inofensivas palabras le hacen estremecerse y siente que los recuerdos se agolpan en su mente, demasiado dolorosos como para seguir guardándolos por más tiempo. Es el momento de que su nieto conozca su verdadera historia.




Varsovia, 1938. Nacido en una familia judía Mika es un niño feliz, vive con su madre y su abuelo en un piso situado en el barrio antiguo de la ciudad, le gusta ir al colegio y pasa las tardes jugando con sus amigos en la calle.

Pero esta felicidad se trunca en el momento en el que comienzan los primeros bombardeos. Tras una breve resistencia la ciudad se rinde a la superpotencia nazi y pronto empiezan a entrar en vigor nuevas normas que irremediablemente coartan la libertad de todo judío. Se les prohíbe entrar en cafeterías y museos, pasear por los parques, viajar en tranvía e incluso caminar por la acera. Esta tensa situación se mantiene hasta que a finales de 1940 todos los judíos son confinados en un minúsculo espacio de la ciudad, un “gueto” en el que la gente vive hacinada y abandonada, sin recursos y acuciada por un debilitamiento físico y psicológico constante (el propio Hitler había afirmado que “sin duda los judíos son una raza, pero no humana”, por tanto, no había necesidad de tratarlos como a tales).




En medio de este clima de pobreza, injusticia y desesperación extrema un abrigo de paño negro y una pequeña marioneta se convierten en la única vía de escape. Poco a poco, el interior del abrigo se va llenando de bolsillos de todos los tamaños en donde se guardan los bienes más preciados de una vida a la que prácticamente se lo han quitado todo.




La historia se construye en base a dos personajes fundamentales, Mika y Max, que representan el efímero mundo judío dentro del gueto y la opulencia y superioridad germana. A lo largo del relato sus vidas se cruzan y se separan en función de los acontecimientos pero siempre manteniendo a la marioneta como protagonista común. Estos personajes permiten conocer la historia desde dos puntos de vista aparentemente muy alejados y durante un período de tiempo bastante amplio, lo que nos acerca a unas psicologías en las que afloran miedos, aflicciones y traumas pero también comprensión, solidaridad y una persistente lucha por la supervivencia.

El hilo en el que se entretejen ambos testimonios lo constituyen el abrigo y la marioneta, a los que se les dota de vida propia. La prenda simboliza la vida en sí misma, todo aquello que tiene algún tipo de importancia y se resiste a quedar atrás, mientras que la marioneta se emplea para sacar a flote los pensamientos más profundos, las reflexiones de quien se ve obligado a vivir una vida que no eligió.

Pero existen otro tipo de simbolismos, ya que es característico el tratamiento que hace Mika con respecto a la figura de los alemanes. Al igual que éstos consideran a los habitantes del gueto como una masa gris e impersonal, sucia y carente de virtud, ellos son comparados de manera recurrente con las ratas, curiosamente un animal al que normalmente no se le atribuye ningún tipo de estímulo positivo. Salvando las distancias, puede recordar en cierto modo a lo que ocurre en Maus, en el que los nazis son representados bajo la forma de gatos, ensalzando su actitud déspota, egoísta y arrogante.

Algo que me sorprendió fue el cambio que se hizo en la traducción del título. El original es El titiritero de Varsovia, lo que convierte a Mika en el verdadero protagonista de la historia, el que rige los designios de la vida de la marioneta. Sin embargo, en su traducción al castellano se ha optado por Todo lo que cabe en los bolsillos, lo que a mi juicio supone un intercambio en los papeles, ya que en este caso parece ser la marioneta (con el abrigo como refugio) la que lleva las riendas. Pero ¿quién sabe?, tal vez se trate sólo de una percepción personal y que, sin duda, nada cambia el hilo argumental.

En definitiva, Todo lo que cabe en los bolsillos, la primera novela de Eva Weaver, es un relato corto pero intenso, de lectura ágil en la que la última frase de cada capítulo se emplea para abrir un nuevo horizonte, lo que hace imposible no seguir leyendo.



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