viernes, 19 de diciembre de 2014

Te regalaré el mundo

En la celda del fondo hay un hombre que no sabe que se ha vuelto loco”

Así comienza Te regalaré el mundo, la primera novela de la periodista Marta Fernández, una de las novedades literarias de este 2014 al que tan poco le queda. A lo largo de sus 400 páginas, la autora nos sumerge en un mundo en el que se mezcla el pasado con el presente, la realidad con la ficción, y todo ello envuelto en una atmósfera de sabiduría, curiosidad, tristeza y dolor, mucho dolor.






Estamos en el siglo XVIII y el profesor Rossum lleva seis años encerrado en un manicomio. En su momento fue un científico respetado, incluso la reina María Ana de Austria le había encomendado la educación del heredero al trono de Portugal. No es consciente ni del tiempo que lleva allí ni de dónde está realmente, no es consciente ni de su propia realidad. Tal vez, después de pasar tanto tiempo rodeado de locos se haya vuelto loco él también.




Enviado por João V de Portugal a la corte española para cuidar de que su hija, Bárbara de Braganza, no fuera menospreciada por la madre de su prometido, la férrea Isabel de Farnesio, vive durante años con su esposa Constanza, una talentosa soprano y su hija Celeste, hasta que ésta muere por un problema de corazón incurable. Es tal el dolor que siente Héctor Rossum tras la muerte de su hija que toma la decisión de convertirse en una especie de dios con la capacidad de crear un mundo nuevo donde la esencia de su pequeña no desaparezca por completo. Quizás así pueda sobrellevar tanto dolor.






Pero ésta no es una historia real, es la novela de Leo Brock, un joven periodista que trabaja en la sección de cultura de la revista El Globo. Trabaja bajo las órdenes de Arnau, a quien considera su mentor, su guía y ese padre que nunca tuvo.

Esto hace que nos encontremos ante una novela magistralmente dividida en dos, una historia con su propia intrahistoria donde los personajes se complementan a la perfección. Mientras en la historia actual es Leo el protagonista, el niño abandonado y parece que olvidado por su padre, en su propia novela el protagonista es Rossum, que cumple ese papel de padre que a él le faltó, cerrando así un círculo de “familia perfecta”, supliendo la presencia de un padre por una personalidad y un amor que él mismo puede narrar, puede elegir.

Te regalaré el mundo se presenta como la vida de un escritor en el sentido más estricto. Es de sobra conocido que cuando alguien escribe siempre deja parte de sí mismo en sus palabras, como si cediendo sus sentimientos a un personaje ficticio pudiera decir lo que nunca se atrevió a decir, pudiera mostrarse tal y como es sin miedo a que nadie lo juzgue por sentir o no sentir, por pensar o no hacerlo. Pero en este caso la novela va más allá, no sólo podemos encontrar multitud de referencias de la vida profesional de la autora en el personaje de Leo, sino que es el propio Leo el que dentro de la novela está narrando una historia donde los personajes revelan sus más profundos sentimientos, donde un joven heredero al trono de Portugal convive con la cuasi ausencia de un padre megalómano, una ausencia que sólo el profesor Rossum, con su paciencia y cariño, es capaz de subsanar. Por su parte, Arnau es el Rossum de Leo ante la ausencia de un Fritz más preocupado por la física nuclear que por su propia familia.

Debido a esta estructura basada en un historia donde un personaje escribe otra historia de la que se nos hace partícipes, es evidente que hay un cambio de narrador. Mientras la historia de Leo está contada en primera persona donde tan sólo conocemos sus pensamientos y sentimientos y las acciones observables de los demás personajes, los protagonistas del siglo XVIII nos los presenta un narrador omnisciente capaz de entrar en su mente.

La novela puede considerarse en sí misma, además, una alusión a la profesión de la autora. En ella se desgranan los entresijos de una profesión en ocasiones poco reconocida, como cuando se está empezando, lo que cuesta ver tu nombre escrito bajo el título de un reportaje, etc. Personalmente hay aspectos que la autora toma en consideración que pueden ser fácilmente reconocibles en el mundo actual, concretamente en la televisión actual, donde parece estar de moda que los directores de periódicos salgan exponiendo datos y más datos sobre estafas, engaños y corrupciones poniéndose a sí mismos en evidencia cuando no son capaces de salir de un discurso aprendido y quien sabe si preparado por alguien ajeno.

En el plano más humano, Te regalaré el mundo habla de la pérdida, de la ausencia que sobreviene a la muerte o desaparición de un ser querido, del dolor que produce no volver a alguien a quien se ha querido tanto, a un padre, a un hijo. Muchas veces se dice que el amor mueve montañas, pero el amor amparado en el dolor es aún más poderoso si cabe, por eso cada persona busca su manera de deshacerse de tanto sufrimiento, de tanta nostalgia. En este caso, los protagonistas deciden inventarse un mundo paralelo a su vida real, Leo escribiendo una novela y el protagonista de ésta intentando revivir el alma de su hija.

A lo largo de sus páginas, Marta Fernández nos ofrece una narración muy cuidada, llena de matices y detalles, llena de adjetivos que acompañan perfectamente a los sustantivos, como si las piezas de un puzzle encajasen. Todo esto hace que el ritmo narrativo sea muy ágil, que una frase te lleve a otra con la facilidad de leer un ensayo.

Finalmente, hay dos aspectos que me han parecido curiosos y que, sin tener una relación directa con la narración, le aportan una elegancia y exposición difíciles de conseguir. Por una parte, son características las alusiones casi constantes a figuras culturales, ya sea de la literatura, del cine o del baile como puede ser la conocidísima Alicia de Lewis Carroll, Sally Bowles bailando y cantando con su bombín ladeado o Zsa-Zsa Gabor. Y por otra, la clara alusión que se hace a la prosopagnosia, una enfermedad que la autora ha declarado abiertamente tener y que consiste en la imposibilidad de reconocer las caras, estableciendo así la manera más clara y directa de presentarse ante los lectores.






No me gustaría acabar esta reseña sin decir que, en líneas generales, hay un cierto tinte futurista velado por una caracterización entre los siglos XVIII y XXI que se asocia con las grandes investigaciones científicas que desde hace décadas han querido desarrollar la idea del alma y la vida inmortal. A mi entender, el final no es en absoluto predecible y en él se conjugan todos los sentimientos que han ido aflorando paso a paso en los personajes en una vorágine de palabras y recuerdos que saltan de la historia real a la ficticia con la facilidad de quien se sabe leyendo su propia historia. Se trata de un magnífico final en el que la autora propone una serie de incógnitas acerca de la esencia de nuestro propio ser, de nuestra alma.