martes, 26 de agosto de 2014

Dime quién soy


Dime quién soy, publicada en 2010, es la cuarta novela de la escritora y periodista Julia Navarro, quien a lo largo de sus más de mil páginas (edición de bolsillo) sumerge al lector en los acontecimientos clave de la historia europea más reciente.




Guillermo Albi es un joven periodista que, en el peor momento de su carrera profesional, recibe el encargo de investigar la vida de su bisabuela, Amelia Garayoa, de quien sólo se sabe que desapareció en la década de los años 30 dejando atrás a un marido enamorado y un hijo casi recién nacido. El encargo parte de su tía Marta, que le pide organizar toda la información recogida en una novela que pueda regalar a su familia en Navidad, y para ello se compromete a pagarle un jugoso sueldo mensual que, obviamente, Guillermo no está en condiciones de rechazar.




Sin muchas ganas y con unas expectativas bastante escépticas Guillermo comienza a indagar de la manera más simple que se le ocurre: consultando la partida de nacimiento de su abuelo y buscando, más tarde, el apellido de su bisabuela en el listín telefónico. A partir de ahí se suceden visitas, entrevistas y preguntas que hacen que el bisnieto de Amelia no sea capaz de parar hasta llegar al final.

La Europa de los años 30 y 40 fue un período convulso marcado por la Guerra Civil española, el ascenso al poder de Hitler y el régimen de terror comunista impuesto por Stalin. Pero todos estos acontecimientos tuvieron además consecuencias mucho más allá de las fronteras europeas, ya que fueron los países latinoamericamos los que dieron asilo a la multitud de exiliados españoles que huían del horror franquista y a todos aquellos revolucionarios que intentaban combatir el auge del fascismo.






En este contexto se desarrolla la adolescencia y juventud de Amelia, una mujer que no sigue los cánones de conducta establecidos. Perteneciente a una familia de la alta burguesía española, vive de manera muy diferente a lo que se espera de ella y ansía una libertad que parece no pertenecerle. Esto le supone grandes emociones, peligrosos imprevistos y, sobre todo, mucho sufrimiento. Pero tras el abandono familiar Amelia es protagonista de los hechos más destacados de la Europa del siglo XX: el estallido de la II Guerra Mundial, la Guerra Fría y la caída del Muro de Berlín, momentos que no podrían entenderse sin las complejas redes de espionaje y grupos clandestinos que mantenían entrelazada a toda Europa. Una participación más o menos activa en dichos acontecimientos es clave en el desarrollo de Amelia como personaje, ya que empieza siendo una niña inocente, una joven ingenua y enamoradiza que deja todo por seguir a un gran amor para, poco a poco, convertirse en una mujer adulta, con las ideas muy claras y que no duda en defender sus convicciones hasta las últimas consecuencias.










La novela, aunque estructurada en torno a la vida de Amelia Garayoa, está dividida en seis partes, cada una de ellas dedicada a un personaje masculino diferente, personas que en un determinado período de tiempo han supuesto el centro de la vida de la protagonista: Guillermo, Santiago, Pierre, Albert, Max y Friedrich. La psicología de estos personajes está tratada desde el afecto que sienten por Amelia y es común a todos ellos una cierta adoración y dependencia, ya sea por trabajo, amor o protección.

A su vez, tal y como ocurre en otras novelas de la misma autora analizadas en posts anteriores (Dispara, yo ya estoy muerto), la profesión de Julia Navarro como periodista queda patente en esa propia estructura, ya que nos encontramos ante un puzzle lleno de preguntas y respuestas, pequeñas entrevistas que van dando forma a la vida de Amelia. Incluso dentro de la propia historia los personajes muchas veces se ven avocados a misiones en las que con pequeños pedazos de información tienen que construir rompecabezas más o menos complejos con el fin de salvar su vida o al mundo entero.

Con respecto al tratamiento del resto de personajes hay cuatro cosas que me llaman la atención:

Primero, la existencia de esa madre pesimista y cansina que no hace más que reprochar a su hijo la falta de un trabajo decente. Esto hace que las conversaciones telefónicas entre madre e hijo resulten pesadas, repetitivas y sin fundamento.

Segundo, existen una serie de personajes que tienen una fuerte evolución, como si fueran a ser clave en el desarrollo de la historia, pero de repente desaparecen y nada se vuelve a saber de ellos. Esto también podría analizarse como un intento de la autora por emular ese vacío repentino que dejaban todos aquéllos que por sus ideas eran perseguidos y un día cualquiera desaparecían.

Tercero, durante la primera mitad de la novela Amelia hace referencia a Franco con la esperanza de que las consecuencias de sus acciones puedan ayudar a derrocar el régimen franquista, pero llega un momento en el que este sentimiento se obvia, tal vez por la propia evolución del personaje, que va perdiendo poco a poco esa esperanza y convicción.

Y cuatro, parece evidente un guiño (a pequeña escala) a Cien años de soledad en el hecho de poner a la mayoría de las mujeres de la familia el nombre de Amelia tal y como ocurría en Macondo con los numerosísimos Aureliano Buendía.

El final se construye de una manera muy sencilla y es tanta su carga emotiva que tan sólo necesita de un par de páginas para desarrollarse.