"En los buenos
tiempos, las chicas se casan por amor. En los malos, no siempre
pueden elegir"
Entre 1872 y 1912, Benito
Pérez Galdós compuso una de las colecciones más famosas de novela
realista del siglo XIX: los Episodios Nacionales, 46 novelas
históricas que desgranan los entresijos de la sociedad española
entre 1805 y 1880.
Casi un siglo después de
la publicación del último tomo, llegaría a las librerías Inés
y la alegría, el primer título de otra colección con la que
Almudena Grandes pretende homenajear a quien ha sido considerado el
único novelista español capaz de medirse con Cervantes. Episodios
de una guerra interminable son los "otros" episodios
nacionales, seis novelas que recorren la evolución de una España
devastada tras la Guerra Civil que intenta recomponerse como puede
bajo el yugo de la Dictadura.
Tras Inés y la
alegría, se publicaría en 2012 El lector de Julio Verne
y dos años después Las tres bodas de Manolita, a la que
presumiblemente seguirán Los pacientes del doctor García, La
madre de Frankenstein y Mariano en el Bidasoa.
Manolita Perales García
es una adolescente que, en plena Guerra Civil, trata de sobrevivir
junto a su familia en la frágil Madrid a punto de ser tomada por los
nacionales. Años atrás, siendo pequeña, había llegado a la
capital huyendo de la miseria del campo y ahora, con catorce años,
empieza a ser consciente del mundo que se desarrolla a su alrededor,
un mundo marcado por la fundación de las Juventudes Socialistas
Unificadas (JSU), por la actividad clandestina de la CNT y por
conspiraciones y tapaderas comunistas que hacen la vida aún más
complicada a quienes se resisten a vivir oprimidos.
Es precisamente esta
atmósfera de clandestinidad donde se fragua el verdadero
protagonismo de Manolita, un contexto tan ajeno y peligroso que
consciente y deliberadamente ha decidido mantenerse al margen. Pero
un día, esa línea que separa lo oculto de lo "nacionalmente"
correcto se rompe por motivo de unas multicopistas de contrabando
cuyas instrucciones parecen ser indescifrables. Esas máquinas
inservibles, lejos de ser mera chatarra, pueden significar la vida de
su hermano Antonio, por lo que el tesón que la había acompañado
hasta ese momento se diluye y Manolita se lanza de cabeza a un mundo
donde todos son sospechosos, donde de las miserias se inventan
alegrías y donde lo que menos se espera puede convertirse en
realidad.
Relatado en base a dos
grandes partes denominadas "Un principio" y "Un
final", la novela consta de una estructura muy simple. Se trata
de una narración coral construida a base de historias que dan lugar
a recuerdos de los que emergen nuevas historias que acaban dando
sentido a las narraciones iniciales formando círculos que
representan épocas y protagonistas con un hilo conductor común.
Aunque la historia comienza en los años de posguerra, la primera
parte se muestra como una retrospectiva de la vida de los
protagonistas y de cómo han llegado a la situación actual. Este
protagonismo está tremendamente repartido, la cantidad de personajes
es tal que el lector puede sumergirse constantemente en vidas nuevas,
escritas desde diferentes puntos de vista, de aquéllos que
sobreviven como pueden a la dureza de la posguerra y de quienes
sucumben ante la perspectiva de una protección no del todo real. En
este sentido, parece que lo único que convierte a Manolita en la
verdadera protagonista es el título y el relato de su historia en
primera persona.
De todos los personajes,
no puede decirse que ninguno sea plano, pero lo que sí es evidente
es la diferencia en el tratamiento entre unos y otros. Todos viven
una misma época de miedo e indefensión, unos incluso arriesgando su
vida, pero mientras en los personajes de Toñito, Eladia o la Palmera
se trata de enmascarar el sufrimiento aludiendo a capítulos llenos
de amor, complicidad o esperanza (a pesar de estar todo tintado por
un velo de tristeza), el personaje de Manolita es el peor tratado: en
ella no parece haber esperanza, no destila odio pero tampoco ilusión,
se debe a las circunstancias y muchas veces se ve obligada a actuar
de una manera determinada por salvarle la vida a los demás.
Afortunadamente, con el paso de las páginas, la pluma de Almudena
Grandes provoca que salga la verdadera luchadora, alguien que cree
que la felicidad aún se esconde en algún lugar.
Toñito es un joven
guapo, con don de gentes y con mucho éxito entre las mujeres (y los
hombres), algo que la autora emplea como excusa para encarnar el
egoísmo propio de un Donjuan. La mala situación familiar no parece
hacer mella en él, de hecho no parece siquiera que se preocupe lo
más mínimo de sus cinco hermanos pequeños. Bastante tiene con
esconderse.
Pero son otras dos
figuras las responsables de la riqueza de este personaje. Eladia
Torres encarna la humillación y la explotación, pero también la
superación y un amor tan puro que es capaz de arriesgarse a las
peores consecuencias con tal de asegurar el bienestar de Antonio. Por
su parte, con Paco Román (la Palmera) asistimos al retrato amargo
del homosexual condenado a esconderse o arriesgarse a ser señalado y
perseguido por no comulgar con los cánones morales de una época de
represión y oscurantismo.
Al relato de estos
personajes, se suma en la segunda parte el de Isabel que, con apenas
catorce años, tiene que abandonar su vida por ir a un internado
acompañada de su hermana pequeña. En este personaje encontramos el
punto de vista de la infancia, el retrato de la pobreza y la miseria
desde los ojos de quien no entiende por qué sus mayores hacen lo que
hacen o por qué parecen haber perdido la esperanza. Poco a poco va
dándose cuenta de lo duro de su situación, embriagada por una
soledad que la vuelve dura e insensible, pero capaz de reconocer los
sacrificios de aquéllos a quienes más quiere.
Finalmente, otro de los
personajes secundarios con mayor relevancia es Silverio Aguado, el
único camarada capaz de descifrar las instrucciones de las
multicopistas, lo que permitiría imprimir panfletos con propaganda
comunista. El problema es que Silverio está en la cárcel de
Porlier, por lo que Manolita debe urdir un plan para poder pasarle
las instrucciones y que él las desvele evitando cualquier tipo de
sospecha por parte de los carceleros.
Un aspecto muy
interesante que puede apreciarse ya desde el comienzo de la narración
es la forma en que se describe cómo en los años de guerra civil y
de durísima posguerra en la capital conviven dos mundos: el mundo
exterior, empobrecido, gris y cetrino que busca pasar desapercibido
en un escenario de extrema pobreza, y el mundo interior donde cada
personaje, cada familia vive su realidad de manera escondida; los
ricos aparentan seguir siéndolo mientras clandestinamente se ven
obligados a vender sus más preciadas pertenencias. En definitiva,
todos se valen de pequeños subterfugios que no son más que la única
válvula de escape a sus emociones, con el fin de tener la
oportunidad de seguir sintiéndose vivos.
El final, a pesar de ser
predecible, consigue que quien lo lee se enganche hasta la última
palabra de la nota de la autora. Se trata de una historia plagada de
referencias a personajes reales que han sido de gran importancia para
la escritora; tal es el caso de la propia Manolita, una vida basada
en la existencia de Isabel Perales, una mujer que vivió en primera
persona la injusticia de tener que redimir la condena de su madre
encarcelada. Otros muchos son invenciones basadas en experiencias
reales. Por tanto, no deja de ser una ficción sin ficción, un
retrato de la España más profunda, de la crudeza de una época que
se llevó no sólo la vida de muchos, sino también la dignidad de
los vivos. Es un retrato de la II República, de sus éxitos y
fracasos, de lo que su desplome ocasionó en gran parte de la
población cuando se dio paso a la consabida "una, grande y
libre" en pos de una existencia autocrática, acomplejada y
ninguneada.