“La vida, señor, la
vida es sin duda la mayor catástrofe que se haya concebido”
Tras
el éxito cosechado con La verdad sobre el caso Harry Quebert,
Joël Dicker nos deleita ahora con una novela histórica ambientada
en la II Guerra Mundial: Los últimos días de nuestros padres
que, a pesar de haber sido publicada más tarde, es la verdadera
primera novela del jovencísimo escritor suizo. Entre sus diversos
reconocimientos, hay que destacar el Premio de los Escritores
Ginebrinos, con el que fue galardonado en 2010.
Paul-Emile, Palo, es un
joven francés que un día de 1940 es reclutado por el ejército
británico para formar parte del SOE (Special Operation Executive),
ideado por el primer ministro Winston Churchill con el objetivo de
reclutar y entrenar a extranjeros de la Europa ocupada por la
Alemania nazi con el fin de trabajar como agentes secretos contra las
Potencias del Eje. Casi sin darse cuenta, Palo se encuentra en un
lugar inhóspito, frío y húmedo rodeado de personas a las que no
conoce, personas que, a partir de ese momento, marcarán el devenir
de su vida.
La novela se divide en
cuatro partes donde el protagonismo de unos y otros hace que vayamos
conociendo el interior de los personajes de manera escalonada. En un
primer momento, Dicker nos sumerge en el reclutamiento y
entrenamiento de los futuros agentes secretos del SOE, empezando por
un retrato rico y fino de Palo. Poco a poco, la estructura de la
novela se va llenando de nuevos personajes que enriquecen la
narración y que no se limitan a una visión unilateral de la guerra.
Pasan los días y, bajo
las agotadoras jornadas de entrenamiento, no hay sólo tiempo para el
ejercicio mental y físico, sino también para el amor, una válvula
de escape que hace los días menos insoportables. Podría decirse que
en ese sentido, Laura le salva la vida.
Es durante esos días de
entrenamiento cuando el título de la novela cobra un especial
sentido. En medio de un clima de tensión y evaluación constante son
pocos los momentos en los que se puede reflexionar con claridad sobre
uno mismo y sobre la situación en la que se encuentran, pero pronto
se dan cuenta de que están inmersos en algo más grande de lo que
hubieran podido imaginar y que, tal vez, no vuelvan a ver a su
familia.
A medida que avanzan los
capítulos, Dicker va dejando preguntas en el aire a las que el
propio discurrir de los acontecimientos va dando respuesta, cerrando
así el círculo de la historia. Tanto es así que hacia la mitad de
la narración se introduce un testimonio esencial para dotar de
tridimensionalidad a la narración: Kunszer es un oficial alemán
cuya misión es descubrir quién forma parte del SOE.
Destacan los pequeños
detalles que añaden a las relaciones personales un plus de
humanidad, como es la puerta siempre abierta de la casa de Palo, no
sea que vuelva y no pueda entrar. Este matiz funciona como un recurso
tremendamente simbólico que hila, a modo de historia paralela, la
multitud de pequeños apuntes que se entremezclan con fotografías de
la vida del padre de Palo durante su ausencia.
La novela está llena de
un simbolismo mágico que pretende elevar la condición humana. Hay
una alusión constante a los Hombres, se supone que son los soldados
que intentan defender a su país, aunque me inclino a pensar que se
trata de un término bastante más abierto y ambiguo carente de todo
significado bélico. Estos Hombres pueden representar la lealtad, la
honestidad y la valentía incluso en momentos en los que la
supervivencia está por encima de todo. Se trata de un retrato crudo
de la humanidad en tiempos de guerra, de la soledad que invade los
corazones de quienes no saben en quién confiar, del miedo constante
a vivir al límite y siempre en peligro. Es un retrato de quien
quiere protegerse haciéndose prácticamente invisible a fuerza de
callarse y no sublevarse.
El ritmo de la narración
es tremendamente ágil, sobre todo en los momentos de mayor tensión,
cuando se produce un sabotaje o un atentado. La fórmula empleada
para mostrar los diferentes puntos de vista en los distintos
escenarios estratégicos a base de pequeños párrafos que enseguida
cambian de perspectiva hace que vayan apareciendo ante nosotros las
imágenes tal y como lo harían en una película; podría decirse que
hasta resulta fácil conformar los planos de la acción.
Para finalizar, me
gustaría hacer un apunte acerca de un episodio que se relata muy al
principio de la novela. Gordo, uno de los personajes más
carismáticos, se gana la confianza de un zorro y le da nombre, lo
que hace que los demás piensen que lo domestica...¿a qué
famosísimo libro os recuerda eso?